Por el profesor de Periodismo Salvador Aragonés
Se han apagado las luces de la plaza de San Pedro de Roma, y la figura blanca de Benedicto XVI no la veremos en el futuro. Ha dejado de ser Papa “por el bien de la Iglesia” dado su estado débil de salud. Hemos entrado en el periodo de Sede Vacante en Roma, un periodo de mucha reflexión y de oración para toda la Iglesia y de modo particular para el Colegio de Cardenales, en especial los 115 cardenales electores que deberán elegir al próximo papa.
Antes de salir del Vaticano Benedicto XVI dijo a los cardenales que “prometo mi incondicional reverencia y obediencia” al nuevo Papa que aseguraba estaba entre los cardenales.
Roma se ha quedado sin su Obispo, que es a la vez el Pontífice de la Iglesia Universal. En la oscuridad de la plaza de San Pedro se palpa la tristeza que un hombre bueno, un hombre humilde, Benedicto XVI, ya no está. Pero al mismo tiempo se levanta la esperanza de que pronto habrá un nuevo papa que guiará la barca de Pedro, con más juventud. La barca de Pedro no se hundirá porque la sostiene Jesucristo, quien dijo: “Yo estaré hasta el fin de los tiempos”.
Ahora el Papa Emérito, tal es su título, está en el Palacio Apostólico de Castelgandolfo , a unos 30 kilómetros de Roma, y a la espera que estén aderezadas las dos habitaciones que tendrá dentro del Vaticano donde pasará el resto de sus días. La decisión de permanecer en el Vaticano es personal de Benedicto XVI porque aquí ha pasado sus últimos 30 años y también por motivos de seguridad personal y para la Iglesia: en el Vaticano no hará sombra a nadie, contra lo que algunos han dicho, pasará oculto, desapercibido. Ayer vimos su saludo a los cardenales, su despedida del Vaticano, su llegada a Castelgandolfo, todo enmarcado en una sencillez que ha sido constante en su pontificado.
El artículo entero puede leerse en el Blog "El Ojo Crítico", de Salvador Aragonés, profesor de periodismo en la Universidad Internacional de Catalunya (UIC) y anteriormente corresponsal en Roma