Un escudo azul coronado por los símbolos de la dignidad pontificia, iguales a los queridos por su predecesor Benedicto XVI (mitra colocada entre llaves cruzadas de plata y de oro, unidas por un cordón rojo): es sencillo también el escudo del Papa Francisco, que ha decidido conservar el que eligió en el momento de la consagración episcopal.
Dentro del escudo están colocados tres signos o símbolos de color amarillo.
Arriba está el emblema de la orden de procedencia del Papa, la Compañía de Jesús: un sol radiante y flameante con las letras, en rojo, IHS, monograma de Cristo. La letra H está coronada por una cruz; en punta, los tres clavos en negro.
Es el signo distintivo de la Compañía de Jesús, pero como observó el portavoz de la Santa Sede padre Federico Lombardi, también él jesuita, "Cristo es de todos".
Debajo están, a la izquierda, la estrella, y a la derecha, la flor del nardo. La estrella, en la tradición heráldica, simboliza a la Virgen María, madre de Cristo y de la Iglesia; mientras que la flor del nardo indica a san José, patrono de la Iglesia universal. En la tradición iconográfica hispánica, de hecho, san José está representado con un ramo de nardo en la mano.
"Poniendo en su escudo estas imágenes – afirma la Santa Sede -, el Papa ha querido expresar su particular devoción a la Virgen y a san José". Hay que recordar que el papa Francisco comenzará su pontificado precisamente el 19 de marzo, solemnidad de san José patrono de la Iglesia.
El lema del Santo Padre "miserando atque eligendo" está tomado de las homilías de san Beda el Venerable. Él, comentando el episodio evangélico de la vocación de san Mateo, escribe: "Vidit ergo lesus publicanum et quia miserando atque eligendo vidit, ait illi Sequere me", que traducido significa: "Vio Jesús a un publicano y en cuanto lo miró con sentimiento de amor y lo eligió, le dijo: Sígueme". Esta homilía es un homenaje a la misericordia divina y se lee en la Liturgia de las Horas de la fiesta de San Mateo.
Precisamente en la fiesta de san Mateo de hace 60 años, en 1953, el joven Jorge Mario Bergoglio experimentó, a la edad de 17 años, de una forma muy particular, la presencia amorosa de Dios en su vida. Inmediatamente después de una confesión, sintió "tocar el corazón y advirtió la llegada de la misericordia de Dios que, con mirada de tierno amor, lo llamaba a la vida religiosa", a ejemplo de san Ignacio de Loyola.
"En esa confesión – contará Bergoglio años después – me sucedió algo extraño, no sé lo que fue, pero cambió mi vida; diría que fui sorprendido con la guardia baja", y también: "Fue la sorpresa, el asombro de un encuentro; me di cuenta del hecho de que me estaban esperando. La experiencia religiosa es esto: el asombro de encontrar a alguien que te está esperando. Desde ese momento para mi Dios es aquel que te 'anticipa'. Lo estás buscando, pero Él te busca primero. Quieres encontrarlo, pero Él te encuentra primero".
En recuerdo de este evento, una vez elegido obispo, Bergoglio escogió como lema y programa de vida la expresión de San Beda miserando atque eligendo, que está también en su escudo pontificio.