El magistrado del Tribunal Constitucional español Andrés Ollero advierte que el laicismo empobrece la democraciaEl laicismo ya no considera que hay que perseguir a la religión ni cree que sea ya el opio del pueblo, pero sí el tabaco del pueblo, es decir: “fume usted poquito y en su casa”. Lo afirma el magistrado del Tribunal Constitucional español Andrés Ollero en una entrevista recogida por el semanario de la archidiócesis de Madrid Alfa y Omega.
Ollero diferencia una laicidad positiva –la que defiende la Constitución española-, que considera la religión como algo positivo en la vida social, y una laicidad negativa, que separa los poderes públicos y cualquier elemento religioso.
“Sin las aportaciones de las confesiones religiosas, la vida social y la democracia se empobrece”, afirma el magistrado, que recuerda que esta postura la defienden grandes autores de la filosofía política internacional como John Rawls o Jürgen Habermas.
El laicismo, según Ollero, “acaba siendo una confesión religiosa: sólo cuando se considera que lo público es algo sagrado, se entiende que el que haya una capilla en una universidad pública es una profanación”.
El magistrado del Tribunal Constitucional se refiere en la entrevista a “una actitud laicista que obliga a esconder lo religioso, que no considera ya la religión como el opio del pueblo y que haya que perseguirla, pero sí la considera el tabaco del pueblo -fume usted poquito y en su casa-: eso empobrece la vida democrática, sobre todo en un momento -y esto Habermas lo dice muy claramente- en que no sobran razones precisamente en el ámbito público, se razona muy poco”.
“Habermas, por ejemplo –prosigue-, a quien le preocupan los elementos relacionados con la biotecnología, la eugenesia, la bioética para entendernos, está convencido de que, de Wall Street, no van a venir los elementos éticos necesarios, y aunque él es agnóstico, tiene la esperanza de que las religiones aporten razones que permitan solventar problemas tan graves en defensa de la vida humana”.