Entre Jerusalén y Roma: El interés en el nuevo Papa entre los judíos parece ser tentativoEn el mundo político, los primeros cien días de un político recién elegido son de prueba. Pero en comunidades teológicas, suele haber un mayor periodo de gracia. No tanto en la era de los medios globales: el espectáculo –de hecho, el arrebato– con el que la elección del Papa Francisco ha envuelto a los católicos en todo el mundo muestra que los teólogos en los medios globales ya no gozan de una luna de miel, sino que son examinados con microscopio desde sus primeros días en el cargo.
Incluso para no cristianos como los judíos israelitas, la elección del Papa Francisco no pasó desapercibida. Pero mientras el cambio en el papado fue seguido de cerca en la sede oficial en Israel y por aquellos dedicados al diálogo interreligioso, sería equivocado exagerar el interés, de hecho la relevancia, del cambio de guardia en el Vaticano para el judío israelí de a pie.
Irónicamente, la elección de Francisco ocurrió cincuenta años después de la publicación de Nostra Aetate, la cual absolvió a los judíos de la responsabilidad por deicidio o la muerte de Jesús. Desde entonces, teólogos católicos y judíos y líderes se han empeñado en un diálogo interreligioso, que culminó el establecimiento de relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y el Estado de Israel en 1993. Los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI estuvieron caracterizados por una buena atmósfera, la cual, por ejemplo, llegó a su cumplimiento en sus visitas a Tierra Santa, en el caso anterior, volviéndose la cumbre de las festividades del milenio.
Pero estaría mal ignorar las profundas brechas teológicas que existen entre las dos confesiones. Aunque el Vaticano hoy reconoce los orígenes judíos del cristianismo, las diferencias doctrinales no se pueden disimular: por definición, el cristianismo se ve a sí mismo como el sucesor del judaísmo, lo que rechazan los judíos, que ven al judaísmo hoy como la verdadera confesión, no menor a cuando les fue dado el Decálogo en el Monte Sinaí hace miles de años. Y a nivel doctrinal, el judaísmo ortodoxo –la religión dominante de Israel– se siente incómodo frente a la Trinidad, pues no lo ve enteramente reconciliable con el verdadero monoteísmo – en contraste con el Islam, por ejemplo, con el cual legalistas religiosos judíos se sienten más cómodos. ¿Qué traerá consigo la elección de Francisco para Israel y el pueblo judío?
A pesar de las diferencias fundamentales, el diálogo interreligioso se desarrolla –lo cual a su vez refleja la buena voluntad de ambas partes hacia un nuevo capítulo en las relaciones- sobre una gama de temas como la bioética y los problemas ambientales.
Existen asuntos bilaterales sin resolver entre la Santa Sede y el Gobierno israelí, incluyendo temas técnicos como los impuestos sobre las propiedades de la Iglesia en Tierra Santa (entre ellas la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, la iglesia de la Anunciación de Nazaret, y la iglesia de la Natividad de Belén). Otra cuestión concierne a los visados para católicos y otros cristianos, una cuestión de importancia, dadas la desconfianza israelí (algunas veces justificada) respecto al clero en tierras árabes hostiles.
Irónicamente, como teólogo conservador, Francisco –como su predecesor– encuentra cierto consuelo con la “Gente de la Biblia”. Como arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Jorge Mario Bergoglio tuvo una historia de estrechos lazos con la comunidad judía. Él escribió un libro-diálogo con el rabino Abraham Skorka, que dirige un seminario rabínico en la ciudad. Él fue la primera figura pública que pidió la detención de los responsables del atentado contra el centro comunitario judío en Buenos Aires, en el que murieron 85 personas en 1994. Francisco ha aceptado una invitación a visitar Tierra Santa. ¿Qué más se puede esperar, dados los cambios en la relación del Vaticano e Israel de los últimos cincuenta años? ¿El vínculo de Jerusalén durante su papado se caracterizará más por el cambio de estilo que por el de contenido?
Una pista seguramente vendrá de la reacción de Francisco en caso de cualquier ciclo futuro de violencia palestino-israelí.
Evidentemente, el carácter cálido, humano y modesto de Francisco le hace hacerse querer por todos, no menos por los judíos. Con el antisemitismo como fenómeno creciente en internet, la contribución de Francisco será importante, aunque, en realidad, la principal amenaza del antisemitismo en el siglo XXI es menos en el mundo cristiano, y más en los países islámicos.
Una de las áreas, por ejemplo, donde la marca de Francisco podría sentirse se refiere al hecho de dar más importancia teológica a la posición del Vaticano sobre la Ladera Occidental o Judea y Samaria, capturada en la guerra de 1967 entre árabes e israelíes. Judea y Samaria se encuentran en lo que fue el Israel bíblico original, prometido por Dios a la simiente de Abraham. Desde 1977 y la elección del Gobierno de Begin, Israel se ha movido decididamente a la derecha, lejos de la posición del Partido del Trabajo de “entrega del territorio a cambio de paz". Dar un mayor reconocimiento de derechos de los judíos al Israel bíblico requeriría oponerse a la demanda política occidental de una retirada israelí de la Ladera Occidental, y a la cuestión humanitaria de una patria palestina. El Vaticano también tiene un interés en no tomar medidas que puedan poner en peligro a las comunidades cristianas en los países árabes; esa medida no contradice necesariamente el interés del Vaticano en proteger las propiedades de la Iglesia, que había sido la base histórica de su llamada a 'internacionalizar' las propiedades. Y, sin embargo, el caso teológico del Israel bíblico ha sido adoptado por algunas Iglesias evangélicas, como en Estados Unidos, en la creencia de que la segunda venida de Jesús está sujeta al regreso de los judíos a Tierra Santa. Pero, ¿el hecho de que esta posición esté en manos de confesiones no católicas es razón para no apoyarla?
Entonces, judíos israelíes se preguntan, ¿cuál será la línea roja entre la Iglesia y los teólogos?