El corazón del mensaje de Dios es la misericordia: es lo que ha afirmado el Papa Francisco en la Misa en Santa Marta comentando el Evangelio de la llamada de Mateo.
“Misericordia quiero que no sacrificios”: el Papa repite las palabras de Jesús a los fariseos que critican al Señor que come con los pecadores.
Y los publicanos -explica- “eran doblemente pecadores, porque estaban pegados al dinero y habían traicionado a la patria” porque recogían los impuestos del pueblo en beneficio de los romanos.
Una mirada de misericordia, sorpresa
Jesús, por tanto, ve a Mateo, el publicano, y lo mira con misericordia:
Fiesta y trabajo cotidiano
“Después viene un segundo momento: la fiesta”, “el Señor hace fiesta con los pecadores”: celebran la misericordia de Dios que “Cambia la vida”.
Después de estos dos momentos, la sorpresa y la fiesta, llega “el trabajo cotidiano”, anunciar el Evangelio.
“Este trabajo se debe alimentar con el recuerdo de aquel primer encuentro, de la fiesta.
Y esto no es un momento, es un tiempo: hasta el final de la vida. El recuerdo. ¿El recuerdo de qué? ¡De aquellos hechos!
¡De aquel encuentro con Jesús que me ha cambiado la vida! ¡Que ha tenido misericordia! Que ha sido tan bueno conmigo y me ha dicho también: ‘¡Invita a tus amigos pecadores, para que celebremos!’.
Este recuerdo da fuerzas a Mateo y a todos estos para seguir adelante.
‘El Señor me ha cambiado la vida! ¡Me he encontrado con el Señor! Recordarlo siempre. Es como soplar en las brasas de la memoria, ¿no? Soplar para mantener el fuego, siempre”.
La fiesta de Jesús
En las parábolas evangélicas se habla del rechazo de muchos de los invitados a la fiesta del Señor. Y Jesús ha ido “a buscar a los pobres, a los enfermos y ha hecho fiesta con ellos”.