El arzobispo de Madrid en la Catedral de Sao PauloEn estos días de la JMJ en Río “vamos a vivir una especie de preludio de la ciudad eterna”; “la condición para lograrlo es la de los mártires: dar todo a Cristo, no anteponer nada a Él”. Lo afirmó este miércoles 17 de julio el arzobispo de Madrid, el cardenal Rouco Varela, al presidir en la catedral de Sao Paulo una eucaristía junto a jóvenes españoles, mexicanos, brasileños y de todo el mundo, que participarán en la JMJ Río 2013.
“Es muy importante, afirmó, que los jóvenes, sobre todo en la semana de preparación de la JMJ, y dentro del marco de esta Misa -en la que hemos recordado a los mártires jesuitas que vinieron a predicar el Evangelio desde Portugal y España a Brasil, en la segunda mitad del siglo XVI- tengáis conciencia de que vosotros conocéis a Cristo, le queréis seguir, queréis vivir vuestra vida con Él, sabiendo que así hacéis mucho bien a los demás”.
El arzobispo de Madrid afirmó que “la ciudad terrenal se construye cuando el hombre se abraza a Cristo, a su cruz, vive con Él, resucitado y glorioso, y hace ciudad. Si hiciésemos ciudad, sociedad y hombre desde el principio del conocimiento de la verdad de Dios, sobre el principio de la esperanza, sabiendo que la muerte ha sido vencida y que por eso podemos vencer el pecado de nuestra alma y la muerte física; si sobre todo decimos que cada uno es mi hermano y le tengo que amar como Cristo, muriendo en la cruz… Si eso se llevase por las venas de la cultura, de la universidad, de la ciencia, de la amistad, del matrimonio, de la familia…, la ciudad terrena sería desprendida”.
“Estoy seguro de que todos los que estáis aquí habéis entregado vuestra vida a Cristo sin condiciones”, señaló. El obispo de Lugo, monseñor Alfonso Carrasco, y los auxiliares de Madrid monseñor Fidel Herraéz, y Getafe, monseñor José Rico, concelebraron.
Antes de comenzar la Eucaristía, el cardenal de Sao Paulo, monseñor Odilo Scherer presentó afectuosamente al arzobispo de Madrid y habló del comienzo de la historia de la Iglesia en Brasil, cuya evangelización comenzó con el P. Ignacio de Acevedo y 29 compañeros jesuitas que llegaron al país con el fin de “implantar la semilla de una nueva historia: la de Cristo”.
El presidente de la Conferencia Episcopal Española recogió ese testigo. Hablando de los primeros misioneros, explicó: “eran muy jóvenes”. “El P. Ignacio de Acevedo era portugués, pero entonces Portugal estaba formado por una unidad política con España, obra del rey Felipe II… Y vinieron porque esta era una tierra bellísima, que necesitaba que hubiese historia cristiana, que la gente conociese a Jesucristo, e hiciesen lo que Dios había hecho con los hombres. Y estos jesuitas, que creían que amar a Jesucristo era la salvación del hombre, y que había que ofrecer a todo el mundo el conocimiento de Jesucristo para que pudiesen amar, lo dejan todo en su tierra y se vienen para acá”.
Y es que, confesó, aunque “la sociedad civil es distinta a la sociedad de la Iglesia, no está separada, porque todos somos ciudadanos de un país”. “En primer lugar, somos cristianos, somos de Cristo –expresó-. Y todos los cristianos formamos una especie de comunidad, ya que la iglesia católica está en todo el mundo, con el mismo sucesor de Pedro, el mismo Papa, los mismos obispos, las mismas comunidades parroquiales, la misma palabra, los mismos sacramentos, el mismo impulso de amor y caridad para todos”.