Cuando se pierde la memoria, se pierde la historia, se instala la inseguridad y, en consecuencia, el vacío existencial
“Chubasquero”, gritaban los ambulantes de Aparecida ya a las 5 de la mañana de este miércoles. Autobuses, coches y camionetas de todos los lugares repetían las escenas que desde hace décadas cuidan la ciudad más mariana del país católico, de muchas religiones y poca religiosidad. Un país de muchas caras, de muchas historias y poca memoria. El Papa habla de una crisis en la juventud, habla de la soledad de los jóvenes y de cómo la búsqueda del poder, el placer y/o el éxito son compensaciones para rellenar el vacío. No parece ser una novedad el diagnóstico que Francisco presenta, pero siempre hay un riesgo de no fijarse en lo que es obvio, justamente por ser obvio. Los jóvenes “necesitan”, sobretodo, que les sean propuestos aquellos valores inmateriales que es la memoria de un pueblo”, afirmó.
Viktor Frankl repetidas veces afirmó que las tradiciones son importantes para el desarrollo humano, éstas ofrecen la seguridad de una pertenencia que recobra el sentido de los vínculos familiares y sociales. Cuando se pierde la memoria, se pierde la historia, se instala la inseguridad y, en consecuencia, el vacío existencial. En la práctica clínica es común observar síntomas de depresión en las personas que tienen dificultades en abrazar la propia historia, aquellas que niegan el pasado o desarrollan un sentimiento de resentimiento u odio en relación a su historia.
Hay una crisis social, esta crisis está en todas partes, por naturaleza los jóvenes tienden a negar la tradición, es una forma de purificar el sentido de los valores para ellos mismos y también para la sociedad de la que forman parte, en este sentido el generador de la crisis no son los jóvenes, sino los adultos que no ofrecen confiabilidad en sus instituciones sociales. Para que haya desarrollo humano, es necesario continencia por parte de los adultos, tanto de los padres como de los educadores y también de los líderes religiosos y políticos, de modo que cuando se enfrenten con la descreencia de los jóvenes, respondan con coherencia y seguridad. De esta forma los jóvenes ayudan a purificar los errores y los adultos ofrecen seguridad para el desarrollo, el vacío da lugar al amor y los vicios como compensaciones se hacen desnecesarios.
La crisis generalizada está en la política, una vez que los jóvenes se vuelven hacia los adultos buscando referencia para su desarrollo ven incoherencias absurdas y se frustran. La crisis generalizada está en la familia, cuántos son los adolescentes que mirando a sus padres todo lo que sienten son las ganas de no ser como ellos. La crisis está también en la Iglesia, cuántos jóvenes no meditan la posibilidad de vivir una religiosidad porque miran a los líderes religiosos y todo lo que ven son incoherencias. Se habla tanto de escándalos sexuales y financieros justamente porque la sociedad espera que el mundo de la religión ofrezca los valores inmateriales que tanto necesitan todos.
Las iglesias de las bendiciones y de la prosperidad financiera llenan sus templos prometiendo éxito financiero a todos, en la ilusión de que estén representando algo de religioso cuando en verdad son repeticiones del mundo de la publicidad y de un capitalismo materialista que mide el tamaño de la acción divina en el extracto bancario. Francisco tiene toda la razón cuando dice que los jóvenes necesitan de los valores inmateriales, pero no sólo tiene razón por lo que predica, también el mundo lo mira con una gigantesca esperanza de que él no sólo hable, sino continúe representando esta imagen de lo religioso que toda la sociedad ansía testimoniar.
El éxito de Francisco en las redes sociales, en los telediarios y periódicos, en las columnas de creyentes y no creyentes se debe justamente a la sencillez de su vida, a la expresión de lo que debe ser la religión para un mundo sediento de los valores inmateriales. Es un inicio de pontificado prometedor y con grandes desafíos por delante. La curia romana llena de lobbies, escándalos sexuales que aún hacen eco en el clero en varias partes del mundo y las crisis del Banco del Vaticano son ejemplos de cómo lo material habló alto en los últimos tiempos dentro de la Iglesia.
Un pueblo sin memoria es fácilmente manipulado. El mundo del comercio, las grandes corporaciones financieras, los partidos políticos y las ideologías de poder crecen cuando los valores inmateriales desaparecen. Es también por la ausencia de la Iglesia y la falla en el anuncio de la Buena Nueva que las personas se aferran al laicismo con una aversión a una religiosidad materialista. En el fondo, lo que la sociedad dice cuando aplaude al Papa Francisco es que una espiritualidad coherente y humilde es ¡bienvenida!
¡Esperanza! Palabra recordada en estos días para traer alivio a los que están sumergidos en crisis diversas. Esperemos que el mundo de la religión encuentre nuevamente su espacio en la sociedad y que en lugar de “Chubasquero” gritado por los ambulantes, los peregrinos puedan oír un “sean bienvenidos” cuando busquen un lugar para vivir su espiritualidad.