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Catacumbas cristianas: un patrimonio bajo la superficie

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Chiara Santomiero - publicado el 21/11/13
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Recién abiertas al público las catacumbas de santa Priscila, una de las 120 que existen en ItaliaAyer se presentaba públicamente en Roma la labor de restauración de una de las catacumbas más importantes de la antigüedad cristiana, las de Santa Priscila. Con más de 2.000 años de antigüedad, pues comenzaron a excavarse antes de la aparición de las comunidades cristianas, este laberíntico entramado de sepulturas era conocido como “Regina catacumbarum”, la reina de las catacumbas, por albergar los cuerpos de los mártires más venerados de la antigüedad, entre ellos Prisca, la esposa de Aquila, el matrimonio que colaboró con san Pablo en la evangelización de Roma.

En Italia existen en total 120 catacumbas cristianas, a cuyo cuidado se dedica la Comisión Pontificia de Arqueología Sacra (PCAS), que depende del Consejo Pontificio de la Cultura, y cuyo presidente es el cardenal Gianfranco Ravasi. Él mismo, junto con el superintendente del PCAS Fabrizio Bisconti, explican a Aleteia en que ha consistido el trabajo de restauración.

– ¿Qué otros proyectos hay en curso, aparte del que ha concluido ahora con Santa Priscila?

Bisconti: Intentamos abrir al público el mayor número de catacumbas posible, como hemos hecho con S. Giovanni de Nápoles, con S. Giovanni en Siracusa, con las catacumbas de Santa Cristina en Bolsena, con las de San Senatore en Albano. Se trata, como se puede intuir fácilmente siendo estos lugares de monumentos “frágiles”, no fácilmente visitables, de toda una “empresa”: baste pensar que hay un microclima con un 90% de humedad. Pero antes de abrirlas hay que restaurarlas, y no es sencillo, no sólo por cuestiones económicas: nuestro gran proyecto es volverlas a proponer a la atención de la comunidad y de los visitantes.

– ¿Cuál es el valor de las catacumbas en el ámbito de la gran oferta artística de una ciudad como Roma?

Bisconti: Se trata de una visita privilegiada dentro de recorridos significativos. No son sólo monumentos – aunque cualquier monumento romano representa un trozo de historia – sino que las catacumbas nos cuentan la antigüedad tardía. Sabemos poco de los siglos maduros del imperio; sabemos mucho de la edad republicana, del primer imperio, de Augusto, pero sabemos menos de los siglos III y IV. Sabemos que hubo una gran crisis económica y espiritual, y sabemos que se difunde mucho el cristianismo.

Las catacumbas cuentan precisamente esta etapa de la antigüedad tardía. Llenando ante todo un vacío: pues al haber sido olvidadas ya desde el siglo V y redescubiertas en el 1500, conservaron sellados – como una especie de Pompeya – muchos testimonios que en cambio en la superficie se perdieron. Se trata por tanto de lugares ya históricamente atrayentes de por sí, porque vuelven a evocar un tiempo que difícilmente podemos reconstruir a partir de los monumentos.

Además, hay un valor añadido porque son las sedes de los mártires, y reflejan el momento de las grandes persecuciones: los mártires son sepultados en las catacumbas y allí se les venera. Son monumentos que unen la curiositas del turista “rápido”, que atraviesa a ciudad con despreocupación, con la búsqueda del devoto que quiere reflexionar y que incluso busca motivos para una conversión, una nueva evangelización a través de los testimonios vivos e impactantes del cristianismo de la primera hora.

– ¿Hay un mensaje particular del arte en estos lugares respecto a, por ejemplo, el de una basílica?

Ravasi: Es distinto y paralelo. Es completamente distinto porque aquí nos remontamos a los propios orígenes, a los primeros siglos cristianos, y por tanto no tenemos aún todo lo que al abierto podía hacerse de forma suntuosa, de forma gloriosa. En las catacumbas se da casi la conquista de algo que es parecido a la miniatura, al secreto del espacio escondido. Pero hay un paralelismo, aunque en formas antiguas. Los símbolos, las narraciones, los temas son siempre los mismos que luego entrarán en el arte pictórico, escultural, posterior. La Biblia se representa aquí en muchas de sus páginas tal y como será representada después en color o en piedra en la superficie.

– ¿Es de augurar que haya una mayor valoración de las catacumbas en las peregrinaciones?

Ravasi: La visita a las catacumbas era uno de los momentos más tradicionales de la peregrinación a Roma, porque significaba remontarse, o descender más bien, a las mismas raíces de la cristiandad, a su elemento generador. Piénsese sólo en lo que representan las catacumbas que están bajo la basílica de San Pedro y la tumba de Pedro. Pero poco a poco, la espectacularización del viaje a Roma, la simplificación extrema bajo el impulso turístico, hizo que al final contara sólo el “cuadrilátero” de las basílicas y, naturalmente, la roma clásica.

Con ocasión del Año de la Fe y con la invitación que se puede dirigir a grupos más atentos a los temas, a la riqueza simbólica, al valor espiritual y cultural del patrimonio romano cristiano, podría pensarse en una vuelta a las catacumbas, y en una vuelta que no sea sólo a los lugares tradicionales de San Sebastián y San Calixto, sino que incluya el área de Santa Priscila, que es uno de los más bellos desde el punto de vista arquitectónico, iconográfico y espiritual.

Invitamos a nuestros lectores a admirar la bella exposición fotográfica del diario español ABC, de las catacumbas de Santa Priscila

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