El templo es un lugar sagrado donde lo que más importa no es la ritualidad, sino el “adorar al Señor”. Lo dijo el papa Francisco en la homilía de la Misa celebrada en Casa Santa Marta el 22 de noviembre de 2013.
El Papa puso el acento también en el ser humano que en cuanto “templo del Espíritu Santo” está llamado a escuchar dentro de sí a Dios, a pedirle perdón y a seguirle.
El Templo es la casa de piedra donde un pueblo custodia su alma ante Dios. Pero el Templo sagrado es también el cuerpo de un solo individuo, en el que Dios habla y el corazón escucha.
El papa Francisco desarrolló su homilía sobre esas dos dimensiones, que corren paralelas en la vida cristiana.
Un espacio donde adorar
Comenzó por la cita litúrgica del Antiguo Testamento en la que Judas Macabeo vuelve a consagrar el Templo destruido por las guerras.
“El Templo –observa el Papa- como un lugar de referencia de la comunidad, un lugar de referencia del pueblo de Dios”, donde vamos por muchos motivos, uno de los cuales –explica- supera todos los demás:
De la afirmación surge la pregunta, directa: “Nuestros templos, se pregunta el Papa Francisco, ¿son lugares de adoración, favorecen la adoración? ¿Nuestras celebraciones favorecen la adoración?”.
Jesús –recuerda el Papa, citando el Evangelio de hoy- aplasta a los “negociantes” que habían tomado el Templo por un lugar de comercio, antes que de adoración.
Soy un templo por purificar
Pero hay otro “Templo” que hay que considerar en la vida de fe.
Cierto, seguir a Dios presupone una continua purificación, “porque somos pecadores”, afirma Francisco. E insiste:
La alegría del templo
Es así, “en estos dos templos –el templo material, el lugar de la adoración, y el templo espiritual dentro de mí, donde habita el Espíritu Santo- en estos dos templos, concluye el Papa, nuestro comportamiento debe ser la piedad que adora y escucha, que reza y que pide perdón, que alaba al Señor”.