Los verdaderos líderes son capaces de encontrar puntos de encuentro y solución, transmitir serenidad en lugar de conflictoLos conflictos laborales desgastan mucha energía y dividen interiormente a la organización. Hoy se habla con frecuencia de “mediación de conflictos” como si la solución a los problemas de fondo estaría en “gestionar” los problemas existentes para hacerlos más llevaderos. Otros huyen de las situaciones difíciles como si éstas se fueran a resolver por sí solas. La verdadera respuesta al conflicto implica ir a la raíz del problema para así poder vivir la auténtica reconciliación entre las personas que conforman la organización.
Rencores, envidias, vicios de todo tipo, van mermando el ambiente de comunión entre las personas. Si bien estos factores invisibles no suelen advertirse fácilmente en los diagnósticos de clima laboral, constituyen la verdadera causa de desunión que impide avanzar en un proyecto común. Si una persona vive en tensión o frustración interior lo transmitirá en sus relaciones personales, proyectando en los demás sus propias rupturas.
Para generar una cultura de reconciliación se deben promover espacios de libertad para que la persona pueda abrirse a la verdad. Conocedores de nuestras propias debilidades, estaremos más abiertos para cooperar con los demás, sin juzgar implacablemente sus faltas. Así mismo, se debe vivir la dinámica del perdón. Lejos de intentar justificar nuestros errores, debemos tener la capacidad de pedir perdón cuando nos equivocamos, y preguntar a los demás que ámbitos de nuestras vidas necesitan ser reconciliados.
Recordemos que nadie da lo que no tiene. Quien no tiene paz, no puede generar un ambiente de armonía en su equipo de trabajo, ni liderar con el ejemplo a las personas que debe guiar. Los verdaderos líderes son capaces de encontrar puntos de encuentro y solución, transmitir serenidad en lugar de conflicto, mirar la realidad con esperanza, sin ceder al desánimo en medio de las adversidades.
Es tarea de todos aportar con una dinámica de reconciliación al interior de la organización, empezando con nuestro propio testimonio de vida, en una auténtica apertura a Dios, único capaz de reconciliar lo más profundo de nuestro ser, y así poder ser agentes de reconciliación con todos los miembros de la organización para avanzar unidos en una misma dirección.
Artículo publicado originalmente por Centro de Estudios Católicos