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La oración, ¿una lucha?

Centro de Estudios Católicos - publicado el 05/12/13

Bella reflexión sobre la oración de mano del Papa emérito Benedicto XVIA lo mejor el día de hoy la afirmación que la oración es una lucha puede resultar revolucionaria, e incluso un poco extraña debido a que muchas personas suelen relacionar la oración con la meditación, la paz, la tranquilidad y el silencio. Utilizar el símbolo de la lucha hace referencia a la fuerza de ánimo, perseverancia y tenacidad para alcanzar lo que se desea. Es por ello que la lucha guarda una profunda relación con la experiencia de la oración. En esta ocasión, el Papa Benedicto XVI es quien ha suscitado en mí la reflexión a partir de sus catequesis sobre la oración.

Muchas personas me han comentado que no les gustaba cómo predicaba el Papa Benedicto XVI por lo complejo de sus reflexiones teológicas. Creo, sin embargo, que estas reflexiones nos permiten conocer a fondo la espiritualidad que radica en la oración del Papa emérito, y en ese sentido poder edificarnos por su experiencia espiritual, así como fortalecer nuestra relación con el Señor Jesús y madurar en la fe.
 
Coincido con el Papa Benedicto en que la lucha y el encuentro con Dios [1] (la oración) están presentes en la vida del cristiano. El hecho que la oración, en ocasiones, se asemeje a una lucha no le da un carácter negativo. Muchas cosas realmente importantes en la vida nos cuestan trabajo y exigen lucha; por ejemplo tener un buen empleo implica de nosotros ser buenos profesionales, siendo evidente el hecho que para alcanzar una carrera profesional haya tenido que esforzarme en los estudios varios años de mi vida y dedicarme a una continua actualización de mi especialización. De la misma manera la oración, siendo la acción a través de la cual nos encontramos con Dios, implica de nosotros una disposición personal para escuchar a Dios. Esa disposición en algunas oportunidades puede que se lleve a cabo bajo el aspecto de una lucha.
 
Creo que una experiencia común se da cuando queremos hacer silencio en nuestro interior para disponernos a rezar. Ciertamente aparecen miles de ideas en nuestra cabeza, así como recuerdos, pendientes entre otros que complican ese espacio que queremos tener junto al Señor. La lucha por hacer silencio y utilizar ciertos métodos como leer la Sagrada Escritura, o los Salmos, o escribir en un cuaderno lo que queremos decirle al Señor ciertamente nos ayudan a concentrarnos en el objetivo de rezar.
 
En las catequesis dedicadas a la oración, me atrevo a opinar que a lo que apunta el Papa es a enseñar al mundo que el cristiano está llamado a entrar en una relación personal con Dios. Relación en la cual solo puedo “ganar” cuando yo no controlo a Dios.
 
De manera particular me llamó la atención el día en que medité la catequesis donde cuenta una historia que sucede a Jacob. Este hombre se encuentra de una manera muy peculiar con Dios. Jacob ingresaba de noche al territorio de su hermano Esaú y es agredido improvisadamente por un desconocido con el que lucha toda la noche [2]. Este combate cuerpo a cuerpo, que encontramos en el capítulo 32 de Génesis, se convierte para él en una singular experiencia de encuentro con Dios [3] la cual concluye con la victoria de Jacob, quien recibe el reconocimiento de Dios quien le cambia el nombre: “Ya no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado contra Dios y los hombres, y has vencido” (v.29).  Jacob se ve sorprendido por la lucha, la asume, y vence cuando Dios es quien le muestra su verdadera identidad al cambiarle de nombre. De esta manera, en la relación con Dios, al parecer el vencedor no es el que controla al Otro [4] o el que somete al Otro, sino el que dócilmente acoge lo que  Dios le pide. La tradición de la Iglesia ha tomado este relato como símbolo de la oración como un combate de la fe y la victoria de la perseverancia [5]
 
Creo que la oración de petición también se puede asemejar a una lucha. Probablemente es aquella la oración más común entre todos los cristianos. En ella, los hombres y mujeres nos ponemos en actitud de oración para pedir algo a Dios. Y con razón debemos hacerlo pues el mismo Cristo nos ha invitado a hacerlo: “Pedid y se os dará” (Mt 7, 7. Lc. 11, 9). Las expectativas están puestas en que Dios obre aquello que pedimos.

Y es aquí donde nos aproximamos al misterio y nos aferramos a la esperanza de obtener el bien que anhelamos. ¿Se cumplirá lo que deseamos? ¿Cuánto tengo que hacer para que se cumpla lo que pido? Son preguntas que no puedo responder porque solo Dios sabe lo que será. Y ello no nos debe llevar a dudar de la existencia de Dios o pensar que nuestra vida es una incertidumbre absoluta. Es una incertidumbre, es desconcertante también lo que Dios obrará luego de nuestra petición. Pero ciertamente, como la lucha que Jacob tuvo con Dios, la cual le resultó desconcertante, podemos vencer y obtener la bendición de Dios cuando dejamos que obre, cuando confiamos en que “Él interviene en todas las cosas para el bien de los que le aman” (Rom 8,28).
 
Nuestra vida es como una larga noche de lucha  y oración [6]. Consiste en un cuerpo a cuerpo con Dios con el deseo de recibir su bendición, de obtener su amor, el cual contiene todo aquello que anhelamos y pedimos en la oración. El Papa Francisco nos invitaba hace unos meses a rezar con coraje e insistencia al Señor. Pues bien, nuestra oración es auténtica cuando el fin de su insistencia es la de fortalecer nuestra relación de amor y amistad con Él; de modo que a través de ella podamos ahondar en sus caminos misteriosos, que a la par, son también nuestros caminos.
 
[1] Hago referencia al título de la catequesis: “Lucha nocturna y encuentro con Dios”, Benedicto XVI. Catequesis de la oración. 25 de mayo de 2011.
 
[2] Ver: Génesis 32, 23-33.
 
[3] Benedicto XVI. Catequesis de la oración, 25 de mayo de 2011.
 
[4] “Otro”: hace referencia a Dios, por ello está en mayúsculas.
 
[5] CEC #2573
 
[6] Benedicto XVI, Catequesis de la oración. 25 de mayo.

Artículo publicado originalmente por Centro de Estudios Católicos. © 2013 – José Luis Villalobos Mendiola 

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