Se recupera la vida religiosa en el monasterio argelino donde fueron martirizados siete trapensesJesús nunca se va de la tierra regada con la sangre de los mártires. En Tibhirine, el grano de trigo sembrado por los siete monjes trapenses asesinados en 1996 ha dado su fruto, y la vida religiosa vuelve a florecer con una nueva presencia cristiana sencilla y humilde
«Tibhirine nunca ha dejado de existir»: el padre Jean Marie Lassausse lleva casi trece años celebrando la Eucaristía en el mismo lugar donde fallecieron, en 1996, los siete monjes trapenses cuyo martirio inspiró la película De dioses y hombres. Después de aquellos hechos, un ermitaño permaneció en el monasterio durante varios meses, antes de la llegada a Argel de una nueva comunidad cisterciense, en 1998. Esta comunidad no pudo instalarse en el monasterio y, por diversas razones tuvo que salir de Argelia en 2001, cuando el padre Lassausse, de la Misión de Francia, recibió el encargo de la diócesis de Argel de asegurar la presencia cristiana en el monasterio. También las Hermanas de Belén estuvieron durante un tiempo viviendo en Tibhirine.
A 100 kilómetros de Argel y a casi mil metros de altura, en las montañas, frente a la cordillera del Atlas, la casa colonial que hizo las veces de monasterio para los trapenses recupera hoy la vida de oración y sacramentos gracias a la presencia del padre Lassausse y de un grupo intermitente de voluntarios y peregrinos. «En invierno permanecemos en la casa tres personas -comenta el padre Jean Marie a Alfa y Omega-, ocupados en el mantenimiento de la casa y asegurando una presencia orante en el monasterio; pero, cuando llega el buen tiempo, vienen los voluntarios, para rezar y para restaurar los edificios, que sufren mucho con los cambios de tiempo».
Las paredes del monasterio se levantan junto a un pueblo de apenas 800 habitantes, que «son los verdaderos protectores de quienes vivimos aquí, ya que la gente del pueblo guarda muy buen recuerdo de los hermanos. Los habitantes de Tibhirine siempre han querido a los monjes y los consideraban hijos del país. Cada día, Samir y Youssef, nuestros dos empleados, nos cuentan con cariño tal o cual episodio que recuerdan de los monjes. Eran muy amados», confiesa el padre Jean Marie.
Tibhirine se ha convertido en la actualidad en un lugar de peregrinación. Cada año, hay 3.500 personas que pasan por el monasterio. «Ciertamente, es poco, pero hay que tener en cuenta que, después del martirio de los monjes, hemos empezado prácticamente desde cero», afirma el padre Lassausse. En cualquier caso, todos ellos tienen presente la dramática historia de los monjes, «que nos habla a todos de fidelidad a Dios, a la población y a la tierra. Ellos amaron hasta el final de sus fuerzas y mostraron hasta dónde puede llegar el compromiso con la gente de la aldea, y hasta dónde puede llegar la convivencia entre creyentes de diferentes religiones. Ellos estaban en el mismo barco que la población de Tibhirine, y no lo abandonaron en el momento de la tormenta».
Hoy, en el cementerio de la comunidad se pueden visitar las tumbas donde reposan los retos de los siete mártires trapenses. Christian, Christophe, Bruno, Célestin, Luc, Michael y Paul gozan ya de la vida eterna en el corazón del Padre, mientras la tierra que recibió su sangre el día de su martirio disfruta de una renovada vida religiosa, gracias a una presencia cristiana pequeña, humilde y callada, como la del mismo Jesús sobre la tierra.
Artículo publicado orginalmente por Alfa y Omega