Un acercamiento a la realidad religiosa de la juventud actualEl Padre Juan Jaime Escobar Valencia es rector de la Universidad Cristóbal Colón en Veracruz (México) y superior provincial de la Provincia Escolapia de Colombia. Este año publicó una separata en Colección Diálogo y Autocrítica del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana que toca, de manera directa la falta de sentido religioso y eclesial, así como “de experiencia real de Dios y seguimiento de Cristo” de la juventud actual.
El Padre Escobar Valencia no es nuevo en estas lides: en la Universidad Javeriana de Colombia ha sostenido por buen tiempo una consejería para jóvenes. Además, ha escrito libros con títulos tan sugerentes como El perdón, el gran regalo del amor y Buscar a Dios en la angustia. Es, además, licenciado en Filosofía y Teología por la propia Pontificia Universidad Javeriana.
Las razones de la indiferencia
Comienza explicando la dificultad de generalizar sobre el tema de “los jóvenes”, sin embargo descubre una constante entre ellos, sobre todo los pertenecientes a un entorno urbano: que prevalecen entre ellos los indiferentes, los agnósticos y los claramente no religiosos.
El título del texto, “Dios sí, religión no”, lo explica el Padre Escobar Valencia con la siguiente sentencia propia de la juventud de nuestros días: “Inquietud por lo espiritual, sí; Dios, tal vez; religión, no”. Mediante un acercamiento fenoménico a la postura de los jóvenes ante lo espiritual, Dios y la religión, el Padre Escobar Valencia se plantea las causas que explican el por qué de la realidad de la indiferencia juvenil ante estas realidades, constitutivas de la vida de Occidente.
Si bien es cierto que los jóvenes de hoy –dice el Padre Escobar Valencia—“no son los jóvenes con posiciones radicales de increencia de otros tiempos”, nada asegura en ellos una capacidad de captar en el fondo la esencia de Dios. El autor explica esta ambivalencia señalando que si bien es cierto que no son tan radicales como antes, los jóvenes contemporáneos “manifiestan una cierta inquietud espiritual en forma de preguntas o necesidades existenciales”.
El “tal vez” de Dios implica que la “inquietud espiritual de los jóvenes es lo suficientemente difusa para no ser necesariamente una opción por Dios”. Y no lo es porque puede solamente un deseo, un “sentimiento” no una búsqueda en el sentido estricto de la palabra. Y en cuanto al “no” a la religión, el Padre Escobar Valencia explica que en los ambientes urbanos, los jóvenes –sin negar lo espiritual o la fe en Dios—no se plantean “la participación en una experiencia religiosa como elemento fundamental de la vida”.
Las fuentes causales de este fenómeno son, en parte, producto del entorno social y cultural y producto de la misma religión, concretamente, “de la misma realidad de la Iglesia”.
El sacerdote escolapio señala que el problema de fondo “es que la cultura actual está hondamente marcada por realidades ajenas, o al menos distantes de los valores religiosos (…) La preeminencia del individuo y de los individual, hace difícil o incluso incomprensible la experiencia comunitaria”; una experiencia decisiva en la celebración de la Palabra y en la vida de la fe.
Un hogar para pertenecer
Para el autor, “el mundo actual, con todos sus conflictos, puede quizá despertar la inquietud espiritual de los jóvenes y hasta puede llevarlos a plantearse la pregunta por Dios, pero incapacita para la vivencia de la religiosidad propiamente tal”.
Otros de los factores que descubre en Padre Escobar Valencia en el rechazo de la juventud a la religiosidad e, incluso, a Dios, es haber perdido la conciencia del pecado. En efecto, si no hay una conciencia clara de lo que es el pecado “hay menor conciencia de la necesidad de Alguien trascendente que perdone o salve y menos aun de la necesidad de un sistema religioso para acceder al perdón y a la salvación”.
En sintonía con el documento conclusivo del encuentro de los obispos latinoamericanos y del Caribe en Aparecida, el Padre Escobar Valencia encuentra un descuido en la Iglesia, quizá una ingenuidad en creer que la fe católica se sigue trasmitiendo como tradicionalmente se hacía entre padres e hijos.
En síntesis, la Iglesia “descuidó gravemente los procesos evangelizadores y catequéticos, especialmente los dirigidos a los niños y jóvenes”. Todo esto hace que los jóvenes se encuentren mayormente preocupados por su propia soledad y su propia tristeza que por salir a ayudar a los pobres y a los desamparados, dejando de lado una gran fuerza de persuasión del Evangelio.
Los jóvenes engallados, empoderados de este mundo consumista e indiferente –termina advirtiendo el Padre Escobar Valencia—también son “los jóvenes que guardan el deseo de tener casa, sentarse a la mesa y ser amados de verdad por alguien que no sea solo una idea o una energía cósmica, sino por Alguien que tenga el sabor de una familia y pueda ofrecer el amor de un hogar al cual pertenece”.