En el siglo XII había sólo en Francia 70 abadías con escuelas. Todos los grandes obispos querían unaEl Dr. Thomas Woods, doctor en Historia por la Universidad de Harvard en EE.UU. dice en uno de sus libros que:
“La Iglesia católica moldeó el tipo de civilización en que vivimos y el tipo de personas que somos mucho más de lo que la gente es consciente. Aunque los típicos libros de las facultades no lo digan, la Iglesia católica fue la indispensable constructora de la civilización occidental. La Iglesia católica no sólo eliminó costumbres repugnantes del mundo antiguo, como el infanticidio y los combates de los gladiadores, sino que, después de la caída de Roma, restauró y construyó la civilización”.
Uno de los puntos más importantes de la actuación de la Iglesia en la Edad Media cristiana fue en el campo de la ciencia. Sin la Iglesia no existiría la belleza de la arquitectura, de la música, del arte sacro, de las universidades, de los castillos, del derecho, de la economía, etc.
En el siglo VI San Cesareo de Arlés ya exponía en el Concilio de Vaison (529) la necesidad imperiosa de crear escuelas en el campo; y de que los obispos se dedicaran a esto. Igualmente fue la Iglesia la que puso en pie para Carlomagno (†814) su política escolar; y retomó la tarea educadora en el siglo X tras el fin de su Imperio.
El III Concilio de Letrán (1179), en Roma, presidido por el Papa Alejandro III (1159-1181), ordenó al clero que abriese escuelas por todas partes para los niños, gratuitamente. Obligó que todas las diócesis tuvieran al menos una. Esas escuelas fueron las semillas de las Universidades que luego surgirían: Sorbona (Paris), Bolonia (Italia), Canterbury (Inglaterra), Toledo y Salamanca (España), Salerno, La Sapienza, Raviera en Italia; Coimbra en Portugal.
En el siglo XII había sólo en Francia 70 abadías con escuelas. Todos los grandes obispos también querían tener escuelas: en Francia, en el siglo XII había más de 50 escuelas episcopales. De los siete a los veinte años los niños y jóvenes eran recibidos en esas escuelas sin distinción de clases. Había escuelas sólo para niñas y jóvenes. Las disciplinas se dividían en “trivium” (gramática, dialéctica y retórica) y “quadrivium” (aritmética, geometría, astronomía y música). Pero un gran pedagogo de la época, Thierry de Chartres, decía que el “trivium y el quadrivium” eran sólo un medio y que el fin era “formar almas en la verdad y en la sabiduría”.
En muchas escuelas los alumnos tenían enseñanza técnica de cómo trabajar el oro, la plata y el cobre. En algunas surgían las especializaciones: Chartres (letras), París (teología), Bolonia (derecho), Salerno y Montpellier (medicina).
El Concilio general de Letrán III, aprobó el siguiente canon: “La Iglesia de Dios, como madre piadosa, tiene el deber de velar por los pobres a los cuales por la indigencia de los padres faltan los medios suficientes para poder fácilmente estudiar y progresar en las letras y en las ciencias. Ordenamos, por tanto, que en todas las iglesias catedrales se provea un beneficio (renta) conveniente a un maestro, encargado de enseñar gratuitamente a los clérigos de esa iglesia y a todos los alumnos pobres” (can. 18, Mansi XXII 227s).
El IV Concilio ecuménico de Letrán (1215), renovó este decreto. Teodulfo, obispo de Orléans en el siglo VIII, promulgó el siguiente decreto: “Los sacerdotes mantengan escuelas en las aldeas, en los campos; si cualquiera de los fieles les quisiera confiar a sus hijos para aprender las letras no los dejen de recibir e instruir, pero enséñenles con perfecta caridad. No por esto exijan salario o reciban recompensa alguna a no ser por excepción, cuando los padres voluntariamente la quisiera ofrecer por afecto o reconocimiento” (Sirmond, Concilia Galliae II 215).
Es muy significativo que uno de los últimos testimonios contra la acusación de que la Iglesia obstruyó la ciencia en la Edad Media lo realizara en 1957 un grupo de expertos que, sin intención confesional alguna, escribieron la historia de la ciencia antigua y medieval:
“Nos parece imposible aceptar la doble acusación de estancamiento y esterilidad levantada contra la Edad Media latina. Por cierto la herencia (cultural) antigua no fue totalmente conocida ni siempre juiciosamente explorada;… pero no es menos verdad que de un siglo a otro – incluso de una generación a otra dentro del mismo grupo – hay evolución y generalmente progreso. La Iglesia en la Edad Media salvó y estimó mucho más de lo que frenó o desvió. Por esto, cuando sólo quiere apelar a la Antigüedad, el Renacimiento es realmente el hijo ingrato de la Edad Media” (La science antique et médiévale, sous la direction de René Taton, Presses Universitaires de France. Paris 1957, 581s).
Esos pocos datos muestran cuánto hizo la Iglesia por la enseñanza y por el saber en la Edad Media, muy al contrario de lo que muchos piensan: que la Iglesia fue contra la ciencia y la enseñanza.