Una anciana monja vedruna en el barrio antiguo de Barcelona
Con los primeros rayos del sol Mari Ángeles iniciará de nuevo su jornada. Una jornada aparentemente ordinaria, sin grandes objetivos, que desde hace años se desarrolla por las calles más desfavorecidas de Barcelona. Es la otra Barcelona, la de los pobres y los marginados, la de los inmigrantes y los sin techo.
Mari Ángeles es una monja vedruna que ya hace algunos decidió irse a vivir a la calle con las personas que no tienen hogar. No tenía ninguna necesidad de ello, pero sintió con fuerza la llamada de hacerse pobre con los pobres.
Tras años de servicio generoso en Filipinas, regresó a Barcelona con esta inquietud en el corazón. La prudencia humana hubiera aconsejado otra cosa, pero ella decidió responder con radicalidad a la llamada que llevaba dentro.
Asegura con humildad que es Dios el que la invita ahora, en su vejez, a vivir esta experiencia de desapropiación y abandono. No se trata de hacer grandes cosas, sino de estar con aquellos que no tienen nada.
El suyo es un buen ejemplo de encarnación, de Iglesia pobre y para los pobres. Lejos de los focos y de las portadas de los diarios, Mari Ángeles anuncia con su vida el amor de Dios.
Desde hace año y medio, junto a un grupo de amigos, han habilitado un espacio cerca del puerto donde acogen a las personas con una situación más deteriorada y frágil. Son aquellos que no quiere nadie, los que no encajan en ningún recursos asistencial, y que en tiempos de mucho frío o de falta de salud son invitados a cobijarse en el Espacio Rosalía Rendu.
Mari Ángeles suele dormir allí con ellos, pero antes, desde las nueve de la noche y hasta la doce, hace la ronda por la ciudad vieja para visitar a sus amigos y hermanos. Es fácil que se encuentre con Noè, o con Elga, también a menudo con Josep.
Hace algún tiempo la acompañé en su periplo nocturno y me impresionó su encuentro con Walter en un cajero cercano al Ayuntamiento. Walter leía sentado sobre su viejo saco de dormir y Mari Ángeles se arrodilló a su lado. Reverencia y casi adoración.
Esta mujer ve a Dios en los más pobres y les trata con toda la dignidad. Pero no quiere protagonismos. Ella sólo hace lo que siente que tiene que hacer. Jesucristo hizo lo mismo, afirma con sencillez, pues siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza.
Una Iglesia pobre para los pobres: Mari Ángeles y Walter
©MetalPhoeniX / Flickr / CC
Samuel Gutiérrez - publicado el 26/03/14
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