El Evangelio de la adúltera perdonada ha dado pie al Papa para explicar qué es la misericordia de Dios.
El episodio es conocido: los fariseos y los escribas llevan ante Jesús a una mujer sorprendida en adulterio y le preguntan qué deben hacer, ya que la ley de Moisés preveía la lapidación, porque el pecado estaba considerado gravísimo.
"El matrimonio, afirma el Papa, es el símbolo y es también una realidad humana de la relación fiel de Dios con su Pueblo.
Y cuando se arruina el matrimonio con un adulterio, se mancha esta relación de Dios con el Pueblo".
¿Qué les importa a los fariseos?
Pero los escribas y fariseos plantean esta pregunta para tener un motivo después para poder acusarlo:
"Si Jesús hubiese dicho: ‘Sí, sí merece la lapidación’, habrían dicho a la gente: ‘Este es vuestro maestro, tan bueno… ¡Mirad lo que ha hecho con esta pobre mujer!’.
Y si Jesús hubiese dicho: ‘¡No, pobrecilla!’, habrían dicho: ‘No cumple la ley’… A ellos no les importaba la mujer, no les importaban los adúlteros, quizás alguno de ellos lo era… ¡No importaba!
Solo les importaba tenderle una trampa a Jesús. De aquí la respuesta del Señor: "El que de vosotros esté libre de pecado que tire la primera piedra contra ella".
El Evangelio, con "una cierta ironía", dice que los acusadores "se van, uno a uno, comenzando por los más ancianos".
Se ve, observa el Papa, que "estos en el banco del cielo tenían una buena cuenta corriente contra ellos".
A solas con Dios
"Y Jesús se queda solo con la mujer, como un confesor, diciéndole: "Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te condena? ¿Dónde están? Estamos solos tu y yo. Tú ante Dios, sin acusaciones, sin murmuraciones. ¡Y Tú y Dios! ¿Nadie te condena?".
La mujer responde: "¡Nadie Señor!". Sin embargo no dice: "¡Me han acusado falsamente! Yo no he hecho adulterio!", reconoce su pecado. Y Jesús afirma: "Tampoco yo te condeno".
Ve y desde este momento, no peques más, para no volver a pasar un momento desagradable como este, para no pasar tanta vergüenza, para no ofender a Dios, para no manchar la bella relación de Dios con su Pueblo".
"¡Jesús perdona!, afirma el Papa, pero aquí hay algo más que el perdón".
"Jesús pasa la ley y va más allá. No le dice: ‘¡No es pecado el adulterio!’. ¡No le dice! Pero no la condena con la ley. Y este es el misterio de la misericordia. Este es el misterio de la misericordia de Jesús".
Más allá de la justicia
"La misericordia, observa el Papa Francisco, es algo difícil de entender".
La dulce misericordia de Dios
"La misericordia, afirma el Papa, va más allá y actúa en la vida de una persona de tal forma que el pecado es puesto a un lado. Es como el cielo".
"Nosotros miramos al cielo, tantas estrellas, tantas estrellas, pero cuando viene el sol, por la mañana, con tanta luz, las estrellas no se ven.
Es así la misericordia de Dios: una gran luz de amor y de ternura. Dios perdona no con un decreto, sino con una caricia, acariciando nuestras heridas del pecado. Porque Él se implica en el perdón, se implica en nuestra salvación.
Y así Jesús hace de confesor: no la humilla, no le dice: ‘¿Qué has hecho? ¿Dime! ¿Y cuándo lo has hecho? ¿Cómo lo has hecho? ¿Y con quién? ¡No! ‘Ve, ve y desde ahora ¡no peques más!’.
Es grande la misericordia de Dios, es grande la misericordia de Jesús, perdonándonos, acariciándonos!".