Sigue con Aleteia el viacrucis con el Papa Francisco desde el Coliseo
«Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando: “¡Crucifícalo, crucifícalo!”. Por tercera vez les dijo: “Pues, ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él ninguna culpa que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré”. Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío. Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían: soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad» (Lc 23,20-25).
Un Pilato atemorizado que no busca la verdad, el dedo acusador y el creciente clamor de la multitud, son los primeros pasos de la muerte de Jesús. Inocente como un cordero cuya sangre salva a su pueblo. Ese Jesús, que ha pasado entre nosotros curando y bendiciendo, es condenado ahora a la pena capital. Ninguna palabra de gratitud por parte del gentío que, en cambio, elige a Barrabás. Para Pilato, se convierte en un caso embarazoso. Lo entrega a la muchedumbre y se lava las manos, enteramente apegado a su poder. Lo entrega para que sea crucificado. No quiere saber nada de él. Para él, el caso está cerrado.
La condena apresurada de Jesús acoge así las acusaciones fáciles, los juicios superficiales entre la gente, las insinuaciones y prejuicios, que cierran el corazón y se convierten en cultura racista, de exclusión y descarte, con cartas anónimas y horribles calumnias. Si acusados, se salta inmediatamente en primera página; si absueltos, se termina en la última.
¿Y nosotros? ¿Sabremos tener una conciencia recta y responsable, transparente, que nunca dé la espalda al inocente, sino que luche con valor en favor de los débiles, resistiéndose a la injusticia y defendiendo por doquier la verdad ultrajada?
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ORACIÓN
Señor Jesús,
hay manos que amparan y hay manos que firman sentencias injustas.
Haz que, ayudados por tu gracia, no descartemos a nadie.
Defiéndenos de la calumnia y la mentira.
Ayúdanos a buscar siempre la verdad,
y a estar siempre de parte de los débiles.
Y concede tu luz a quien, por misión, debe juzgar en el tribunal,
para que emita siempre sentencias justas y verdaderas. Amén