Gozar con quien está alegre, llorar con quien llora, estar cerca de quien está solo o angustiado
En la festividad del Corpus Christi que bien nos viene recordar algunas cosas de las que, en su primer año y tres meses de pontificado, el Papa Francisco nos ha dicho sobre la Eucaristía. Cosas muy claritas, concretas, y sugerentes:
Primero, sobre la celebración, que basta con lo que vemos para entenderla: “En el centro se encuentra el altar, que es una mesa cubierta por un mantel y esto nos hace pensar en un banquete. Sobre la mesa hay una cruz, que indica que sobre aquel altar se ofrece el sacrificio de Cristo: es Él el alimento espiritual que allí se recibe, bajo el signo del pan y del vino.
Junto a la mesa está el ambón, es decir, el lugar desde el cual se proclama la Palabra de Dios: y esto indica que allí nos reunimos para escuchar al Señor que habla mediante las Sagradas Escrituras y, por lo tanto, el alimento que se recibe es también su Palabra. Palabra y Pan en la Misa se hacen una misma cosa, como en la última Cena, cuando todas las palabras y signos de Jesús se condensaron en el gesto de partir el pan y ofrecer el cáliz, anticipación del sacrificio de la cruz”.
En segundo lugar, las consecuencias de esta celebración:
La primera, la comunión con Dios: “Jesús, haciéndose pan partido para nosotros, vierte sobre nosotros toda su misericordia y su amor, tanto que renueva nuestro corazón, nuestra existencia y nuestro modo de relacionarnos con Él y con los hermanos. Es por esto que normalmente, cuando nos acercamos a este Sacramento, se dice que se recibe la Comunión y se hace la Comunión, que es pregustar ahora ya la plena comunión con el Padre que caracterizará el banquete celeste, donde, con todos los Santos, tendremos la gloria de contemplar a Dios cara a cara.
Esta comunión nos lleva a la adoración eucarística: no se trata de “cerrar los ojos y poner cara de estampita”, sino de orar. Una oración que nos lleva a la segunda consecuencia, la comunión con los hermanos: Por la Eucaristía “seremos capaces de gozar con quien está alegre, de llorar con quien llora, de estar cerca de quien está solo o angustiado, de corregir a quien está en error, de consolar a quien está afligido, de acoger y socorrer a quien está necesitado”.
Por esto, nos dice el Papa, es tan importante ir a misa el domingo no sólo para rezar, sino para recibir la comunión, este Pan que es el Cuerpo de Jesucristo y que nos salva, nos perdona, nos une al Padre”. ¡Gracias, Santo Padre! Esta todo clarísimo. Al pan, pan; y al vino, vino. Y nunca mejor dicho.