El factor principal de la seguridad vial está en el espíritu de las personas
Una de las canciones de inspiración cristiana del cantante argentino Axel Fernando más divulgadas en los últimos años repite este estribillo: “¡Celebra la vida! ¡Celebra la vida!”. Es lo que quiero transmitir en este primer domingo de julio, cuando muchas familias se ponen a la carretera para iniciar sus vacaciones, un período en el que estamos invitados especialmente a gozar de la naturaleza y de la vida.
Una gran manera de respetar la vida es no ponerla en peligro, tanto la vida de los demás como la nuestra. Y no olvidemos la de nuestros seres más queridos, los de nuestra familia. En este primer domingo de julio la Iglesia celebra en España la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico, una llamada a conducir bien –a conducirnos bien- en el tráfico rodado, donde podemos hacer daño y dañarnos nosotros mismos.
El imperativo moral de respetar la vida se deriva, en última instancia, del quinto mandamiento de la ley de Dios que dice: “No matarás”. En la carretera – e igualmente en el tránsito por las ciudades y pueblos- conduciendo vehículos, el hecho de respetar las normas de tráfico es particularmente importante porque está en juego la vida propia y la de los demás. Es verdad que los progresos de la técnica nos permiten disponer de unos vehículos cada vez más seguros, pero también cada vez más potentes y rápidos, y por tanto el riesgo siempre existe. Buena prueba de ello es que el índice de los accidentes mortales oscila de año en año, pero se resiste a descender o a desaparecer, si ello fuese posible.
En esta Jornada recordamos a los profesionales del volante, que tanto colaboran al bienestar general, los cuales son con frecuencia un ejemplo de honorabilidad en la carretera. Dirijo un saludo afectuoso a todos aquellos cuya vida y actividad están relacionadas con la carretera: camioneros, conductores de autobuses, de autocares, de ambulancias, taxistas, bomberos, guardia civil, policía de tráfico, asociaciones de transportistas cofradías de san Cristóbal. También me dirijo a las personas que pasáis cada día buena parte de vuestro tiempo al volante, así como a todos quienes, para ir al trabajo, tenéis que desplazaros en vehículos: que la paz y la bendición del Señor estén siempre con vosotros.
Hemos de pensar que el factor principal de la seguridad vial está en el espíritu de las personas, en el sentido de responsabilidad y en el sentido común que han de ejercitar para poder disfrutar de las posibilidades que ofrecen los vehículos, evitando los riesgos innecesarios que ponen en peligro la seguridad física e incluso la misma vida propia y del prójimo.
Tratemos, pues, a los demás –en especial en el tránsito- como nos gusta que los demás nos traten a nosotros, con lo que cumpliremos la regla de oro del comportamiento moral: “No hagas a los demás, lo que no quieres que los demás te hagan a ti”. Es responsabilidad de todos hacer una circulación más humana. Los cristianos no podemos olvidar este aspecto tan importante del quinto mandamiento. “No matarás”; y mejor aún, dicho en formulación positiva: respeta y celebra la vida. La tuya y la del prójimo. Que san San Cristóbal nos ayude en este cometido.
Por monseñor Josep Àngel Saiz Meneses, obispo de Terrassa. Artículo publicado por la Agencia SIC