Habla Victor Cortizo, que con 22 años era responsable del servicio de orden. Después fue secretario de pastoral juvenil de la Conferencia Episcopal Española
Ya han pasado 25 años. En aquél momento Victor Cortizo era un jovencísimo de 22 años al que le habían encargado el servicio de orden de lo que sería una de las más grandes Jornadas de la Juventud que se recuerdan. En El Espejo de COPE recuerda aquellos momentos: “fue un boom absolutamente inesperado: donde se hablaban de 150.000 personas llegaron 500.000 de toda Europa”.
25 años después, los jóvenes ya no son tan jóvenes y se acercan a los 50, pero su espíritu sigue siendo el mismo: “Aquello fue un semillero vocacional espectacular, no solamente de vocación al sacerdocio o a la vida consagrada sino también familiar. Del grupo de voluntarios la gran mayoría, incluso hoy siguen muy activos a nivel eclesial”.
Pero aquella JMJ no es pasado sino que es presente, porque como explica Victor Cortizo el esquema que se inventó en aquella jornada sirve hoy para los grandes eventos de la juventud católica: “Lo inventamos el Cardenal Rouco Varela (por entonces arzobispo de Santiago), Salvador Domato y un grupo de jóvenes que estábamos allí”
– Victor Cortizo, ya no sois tan jóvenes…
Bueno, pero yo creo que todos los que somos capaces de recordar aquel ambiente y el espíritu es que todavía tenemos esa sensibilidad y todavía nos sentimos jóvenes de espíritu. Ciertamente aquella generación de los 20 hoy superamos todos los 45 y somos personas con otro nivel de vida, con familia y situaciones muy distintas pero que somos conscientes de que aquellos días en el Monte de Gozo y en Santiago marcaron la vida de todos.
– ¿Qué recuerdos tienes de estos días?
Muchos. Tuve la oportunidad de ser el responsable del servicio de orden, uno de los pilares del evento. Inicialmente era un servicio de orden de voluntarios, pero al final fue una de las columnas vertebrales de aquel evento. Hay que recordar que fue un boom absolutamente inesperado: donde se hablaban de 150.000 personas llegaron 500.000 de toda Europa. Realmente los recuerdos son muy intensos, de un mes de trabajo brutal y sobre todo de una conciencia muy viva de que era una experiencia en Dios enorme y que todo el mundo vivió un momento inolvidable en su vida. Quizá fue una especie de descubrimiento de la pastoral juvenil.
– ¿Cómo fue la preparación? Mucha responsabilidad para un jovencito que eras entonces…
Tenía 22 años y hay que decir que yo acabé en ese departamento por una serie de circunstancias que la gente llama casualidad y yo llamo providencia. Yo era un joven más de Santiago y meses antes me encomiendan esta labor. Lo primero que tengo que hacer es agradecer a los que se fiaron de mí, porque encargarle algo tan importante a un joven de 22 años y fiarse de él y en un equipo de jóvenes es una demostración de que a los jóvenes cuando se confía en ellos y se les da responsabilidad suelen responder bien.
Los voluntarios llegamos un mes antes, tuvimos una especial vida de trabajo espiritual y decidimos no trabajar tanto los aspectos logísticos sino sobre todo los aspectos espirituales del servicio. Nosotros pensábamos: Si la gente sabe a lo que ha venido va a prestar un buen servicio. Y así fue. Los 2.000 jóvenes del equipo organizador dieron un gran testimonio, que fue lo que marcó aquella jornada.
– ¿Y qué fue de aquellos jóvenes que conociste esos días? ¿Seguís en contacto?
De muchos sí. Aquello fue un semillero vocacional espectacular, no solamente de vocación al sacerdocio o a la vida consagrada sino también familiar. Del grupo de voluntarios, la gran mayoría siguen muy activos a nivel eclesial. Me los voy encontrando en las redes sociales. El otro día subí una foto en Facebook y me llegaban mensajes privados: No te acordarás de mí, soy sacerdote salesiano en Sevilla; yo era seminarista en Toledo…etc, etc.
Cuando terminábamos la jornada los de la organización volvimos a nuestras comunidades. Fue una experiencia muy intensa y algunos decían: ¿Por qué no hacemos algo juntos? Sin embargo yo creo que se dio la tesis de que la Iglesia crece cuando se desangra. Todos volvimos a nuestros grupos y lo más bonito es que todos esos jóvenes estamos desperdigados por todas partes: en parroquias, en diócesis, en movimientos, en congregaciones…Gran parte de pensar en la explosión de la pastoral juvenil está ahí.
– ¿Es verdad eso que dicen que hubo un antes y un después tras la Jornada Mundial de la Juventud en Santiago?
Absolutamente. En primer lugar en el mismo concepto de la JMJ. La primera jornada que es un éxito fuera de Roma es esta. La de Buenos Aires estuvo muy bien, pero eran argentinos la mayoría. Yo estuve en ella y españoles éramos sólo 80. Sin embargo, en el 2000 a Roma irían 100.000 españoles.
Con la JMJ hubo un antes y un después en la Pastoral Juvenil. Todos los documentos y toda la preocupación de la Iglesia por los jóvenes comienza en Santiago y también hubo un antes y un después del Camino de Santiago, porque era un fenómeno prácticamente para cuatro románticos que lo hacían y cinco años después había más de 165.000 compostelas entregadas. Es evidente que la Jornada de Santiago no es lo suficientemente reivindicada. No olvidemos que el esquema de las JMJ se inventa en Santiago y se sigue después por todo el mundo. Lo inventamos el Cardenal Rouco Varela (por entonces arzobispo de Santiago), Salvador Domato y un grupo de jóvenes que estábamos allí. Es el esquema de jornada que se ha mantenido hasta hoy.