Un gesto extremo dictado por la angustia o disturbios psíquicos no puede ser juzgado como pecaminosoUn acto irracional, pero que tiene atenuantes cuando existen ciertas patologías. La Iglesia católica no justifica el suicidio, pero admite que Dios, “a través de caminos que Él solo conoce”, puede acoger el arrepentimiento de la persona que decide quitarse la propia vida.
El padre Maurizio Faggioni, profesor de Teología moral y de bioética en la Academia Alfonsiana de Roma, cita el Catecismo de la Iglesia Católica, en la sección dedicada a los Diez Mandamientos (2280-2283), para afrontar un tema doloroso.
Acto inmoral de autodestrucción
“Desde un punto de vista objetivo, quitarse la vida es siempre un acto irracional –dijo el padre Maurizio a Aleteia- un acto de autodestrucción, irracional, inmoral”.
Tan es verdad que el Catecismo dice:
“Cada cual es responsable de su vida delante de Dios que se la ha dado. Él sigue siendo su soberano Dueño. Nosotros estamos obligados a recibirla con gratitud y a conservarla para su honor y para la salvación de nuestras almas. Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado. No disponemos de ella”.
Un gesto contra uno mismo y contra el prójimo
Por tanto, explica el teólogo moral, “no existe un suicidio racional, porque cada uno debe tener respeto a su propia vida y a la de las demás”.
“Es absurdo que una persona moral se afirme matándose, porque la vida moral está hecha de crecimiento, proyecto. El hombre debe afirmarse de esta forma, no quitándose la vida”.
Precisamente, el Catecismo dice esto del suicidio:
“Es gravemente contrario al justo amor de sí mismo. Ofende también al amor del prójimo porque rompe injustamente los lazos de solidaridad con las sociedades familiar, nacional y humana con las cuales estamos obligados. El suicidio es contrario al amor del Dios vivo”.
Patologías y atenuantes
Pero la Iglesia católica tiene en cuenta también un punto de vista más subjetivo.
“Pueden estar en la base de este gesto una depresión, angustia, disturbios psíquicos, que atenúan la responsabilidad – precisa el padre Maurizio – estas condiciones no nos permiten acusar al suicida de haber realizado un acto pecaminoso”.
La misericordia de Dios
Aquí nos encontramos con los dos puntos de vista, objetivo y subjetivo:
“No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por caminos que Él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida”.
Por eso, concluye el profesor de teología, “no se prohíbe la sepultura a las personas suicidas. La Misericordia de Dios puede alcanzar también a ellas, pero sólo a través de esos caminos, citados en el Catecismo, que solo Dios conoce”.