Tres causas y una gran consecuencia: el empobrecimiento personal
Llega el fin de semana, comienza la noche, los antros se promueven atrayendo a los jóvenes a la diversión en torno al alcohol, las fiestas en casa dan carta de naturalidad a su consumo hasta altas horas de la madrugada; otros simplemente se van por ahí después de haber comprado en expendios con licencia o sin ella, una fuerte dotación de bebidas embriagantes, a bordo de coches en donde se puede observar a jóvenes de ambos sexos en plena adolescencia y rebosando alegría en torno a su artificio.
Al día siguiente se puede hacer un triste recuento a través de las notas trágicas de los medios sobre múltiples accidentes, a lo que se suman los grotescos comentarios sociales en los diferentes ambientes.
Aun así, esto sólo denota ser una pequeña parte del fenómeno, algo así como la punta de un gran iceberg: pleitos a la salida de los llamados centros de diversión; altas velocidades por las avenidas; testimonios de vulgaridad; majadería y faltas de respeto en todas sus expresiones al orden social y entre quienes han salido a divertirse. Luego, las crudas físicas y morales por conductas que pueden o no ser recordadas; por haber hecho el ridículo; por haber perdido el sentido y con ello otras cosas difíciles de recuperar o reparar.
Las causas de este triste fenómeno son variadas, las que más se manifiestan son:
Entorno Familiar: Familias desintegradas; malos tratos o violencia; carencias afectivas; cultura familiar de convivencia y diversión en torno al alcohol; padre y/o hermanos mayores alcohólicos.
Entorno Social: Tolerancia social e ilegal en el consumo del alcohol. La corrupción manifiesta en no sancionar a los establecimientos que venden bebidas alcohólicas a los menores de edad, la inducción de la publicidad al consumo de bebidas dirigido a adolescentes y preadolescentes solo para el fin egoísta de enriquecimiento de las empresas productoras o comercializadoras.
Psicología del adolescente: El consumo de bebidas alcohólicas, se ha convertido para los jóvenes de hoy en un simbolismo cultural como un rito colectivo de iniciación de la vida adulta, es la puerta de entrada para ser aceptado y tener éxito en el grupo de iguales y de amigos; no desentonar en un ambiente de diversiones en el que todos beben (no pasar como un bicho raro); comprobar qué es lo que ocurre (afán de experimentar); también es un medio para liberarse de los condicionamientos internos (miedo, timidez, ansiedad, etc.) y “reconfigurar la personalidad”.
Se pasa de esta manera a ver en el alcohol la fórmula infalible para la obtención de una “alegría”, que resulta un placer de corta duración y que por lo mismo conlleva la exigencia de aumentar las dosis y la frecuencia de ingesta.
Así, buscando sólo la euforia pasajera que produce el alcohol, terminan aficionándose a cada vez más peligrosas borracheras y lo primero que hacen en una salida es ingerir gran cantidad de alcohol en el menor tiempo posible, buscando “colocarse” en una dimensión en la que suponen la magia de poder olvidar sus problemas, superar sus limitaciones o animarse porque están aburridos o deprimidos, manifestando con ello sólo un vacío interior producto de una inmadurez en la que corren el riesgo de quedar instalados, y por lo tanto adictos al alcohol por recurrir a esta sustancia por sus efectos de “escape” renunciando a enfrentarse a sí mismos y a su realidad.
Es así que muchos adolescentes de hoy asocian de un modo “necesario” salir a divertirse bebiendo, acostumbrándose al trato que prevalece en un ambiente de quienes no teniendo capacidad para el dialogo consigo mismo, menos lo tienen con los demás y sin saberlo, entran en una espiral de empobrecimiento personal, sumado a todos los riesgos antes mencionados.
Artículo originalmente publicado por la revista Ser Persona