La palabra Cristo, de origen griego, proviene de la hebrea mesías.
Cuando los cristianos dicen Jesucristo, en realidad están afirmando que Jesús de Nazaret es el único Mesías de esta historia y el Cristo de su fe.
En este sentido se dice que es único e irrepetible.
Sin embargo, así como sucede hoy, también quienes estaban cercanos a Jesús, sus seguidores, no lo entendían.
Porque la palabra mesías aludía a la acción nacionalista de un hombre que actuando en nombre de un Dios fuerte y poderoso, devolvería la independencia política y la igualdad social.
No se trata de política
Pedro esperaba a un mesías que fuera un guerrero combativo y pusiera fin a la opresión romana, por ello le confiesa a Jesús: "Tú eres el Mesías" (Mc 8,29). Jesús lo manda a callar. ¿Por qué?
Pedro entendía que la única forma de mesianismo posible era la revolucionaria y militante, que pudiera atraer a las masas para asaltar el poder.
Así que ante la confesión de un mesianismo de este tipo, Jesús reacciona categóricamente diciéndole:
La actitud de Pedro llevaba a matar, recordemos que andaba armado (Jn 18,10).
Jesús lo llama Satanás, que significa uno que es causa de división y deshumanización, siempre dispuesto a odiar o dar muerte a sus enemigos.
¿Un Dios débil?
El dios de Pedro no era el Dios a quien Jesús oraba.
En su tiempo no se entendía que Jesús se llamara a sí mismo Hijo del hombre, uno que "no tenía ni dónde reclinar la cabeza" (Mt 8,20), que "debía sufrir mucho y ser reprobado" (Mc 8,31).
Uno cuyas acciones y palabras inspiraban un estilo de vida incluyente y fraterno.
Esto representaba debilidad y, por tanto, era absurdo para quienes deseaban el poder político o religioso.
Pero Jesús nunca se dejó identificar con las expectativas mesiánicas dominantes en su tiempo. Porque la gente lo podía comenzar a ver, precisamente, como Pedro lo percibía.
Por eso, optó por un estilo de vida mesiánico no político, es decir, ungido y guiado por el Espíritu de un Dios compasivo (y no fuerte), bueno (y no envidioso). Uno que sólo sabía servir y levantar al caído.
Jesús vivió un mesianismo asuntivo.
Sí tendría consecuencias sociopolíticas y religiosas, pero nunca provocadas por la vía de la violencia o la imposición de su proyecto (Jn 18,36). Y esta fue la gran tentación de Pedro.