Haifa. En la pendiente costera de la homónima cadena montañosa, se erige el promontorio del Monte Carmelo donde, como recuerda el Segundo Libro del Rey, el gran profeta Elías obró en defensa de la pureza de la fe en el Dios de Israel, venciendo el desafío con los sacerdotes de Baal, y donde el mismo profeta, rezando en soledad, vio aparecer la nube portadora de lluvia después de la sequía. Desde siempre este monte ha sido considerado un jardín exuberante, símbolo de fertilidad y belleza. “Karmel”, de hecho, significa “jardín”.
La historia del Carmelo está íntimamente vinculada al profeta Elías. Diferentes lugares, de hecho, conservan el recuerdo de su presencia: una gruta, donde establecieron su primera morada él y Eliseo; el lugar donde se reunían sus discípulos, llamada por los cristianos “escuela de los profetas”, la fuente conocida como la fuente de Elías y, finalmente, el lugar donde se enfrentó a los profetas de Baal.
Así como en el Monte Tabor tres tiendas custodian el misterio de la Transfiguración, en el Monte Carmelo se extienden tres mantos: el manto ardiente de Elías, el escapulario de la Virgen María y la capa de los carmelitas.