No es que el cristiano rece, es que su vida es oración, que es distinto
Desde la elección del cardenal Bergoglio a la sede de San Pedro, el mundo cristiano oye permanentemente al papa Francisco hablar de la oración. “Recen por mí”, “No se olviden de rezar por mí, yo rezo por ustedes”. Rezar por la paz, por los cristianos perseguidos en numerosos lugares del mundo, por los amigos, por los enemigos, siempre rezar.
Sobre este tema de la oración, y de la oración constante, reflexionó el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, en su columna televisiva semanal, emitida el sábado 6 de septiembre en el programa “Claves para un Mundo Mejor” por el Canal América TV.
“Hoy quiero hablarles -comenzó diciendo- de un tema que nos toca muy de cerca y que tiene que ver con la espiritualidad cristiana”. Se refería a la oración y al estado permanente de oración.
“Todos nosotros estamos acostumbrados a rezar y supongo que ustedes y yo rezamos todos los días -reflexionó-; pero hay algo que, quizás, no tenemos en cuenta: nuestras oraciones ocupan un ratito, algunos momentos en el día. Además, todos tenemos experiencia de que muchas veces nos distraemos; nuestra oración es rápida y no deja una huella profunda en nuestro corazón”.
Seguidamente explicó que “San Pablo en su primera carta a los tesalonicenses decía que es necesario orar siempre y sin interrupción. Eso se lo decía a aquellos cristianos pero nos lo está diciendo hoy a nosotros”. Pero “¿cómo se puede hacer eso de orar continuamente, orar todo el tiempo? Como les decía: oramos un rato, unos más y otros menos. Nosotros, los sacerdotes, estamos obligados a rezar la Liturgia de las Horas que santifica distintos momentos del día, desde la mañana hasta la noche. Pero ¿rezar todo el tiempo, cómo es posible eso?”.
Para responder a esta dificultad, el prelado citó a San Agustín, quien -dijo- resolvía las cosas así: “oramos todo el tiempo con el deseo continuo de la fe, la esperanza y la caridad. Quiere decir que podemos, incluso mientras estamos haciendo otras cosas, tener el corazón puesto en Dios”.
“No es fácil esto -acotó monseñor Aguer-. Es fácil decirlo, pero lo difícil es hacerlo. Fíjense ustedes: los cristianos de Oriente tienen una fórmula que ellos llaman la “Oración de Jesús” y que consiste en repetir todo el tiempo “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, apiádate de mí, pecador”. Con esa frase están adorando a Cristo, reconociendo su divinidad y haciendo un acto de contrición, un acto penitencial. Es bellísima esta breve oración”.
“Ellos dicen -señaló el prelado platense- que no sólo se la repite verbalmente sino que si uno se acostumbra a decirla siquiera en lo interior, sin que la voz se oiga, esa oración se va acompasando al latido del corazón y se convierte en lo que se llama una oración del corazón. Esta es una especie de solución, práctica si se quiere, a ese mandato del Apóstol que hay que orar todo el tiempo sin desfallecer”.
Monseñor Aguer finaliza su reflexión recomendando “revisar cómo es nuestra relación con Dios y en qué medida nos comunicamos con Él, tenemos diálogo con Él, ejercitamos y nos apoyamos en una amistad con Él”.
Artículo originalmente publicado por AICA
Mons. Aguer aconseja rezar constantemente y explica cómo hacerlo
© John McStravick
AICA - publicado el 10/09/14
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