El 14 de septiembre se celebra en la Iglesia católica, la Iglesia ortodoxa y en algunas confesiones protestantes la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.
El calendario del Martirologio Romano recuerda que esta celebración va situada al día siguiente de la dedicación de la basílica de la Resurrección, que fue erigida sobre el Sepulcro de Cristo en el año 335, después de que santa Elena encontrara el lugar.
La Santa Cruz es la señal distintiva del cristiano, porque es la gloria y la exaltación de Cristo, que murió por todas las personas para salvarnos del pecado y alcanzarnos la vida eterna.
San Pablo escribe en la Carta a los Filipenses 2, 6-11:
Señal de victoria
La Cruz fue castigo injusto, supuso dolor y fue la muerte de Cristo, pero significó el paso previo para que Dios llevara a cabo nuestra Redención con la Resurrección posterior.
Además, el Señor ha prometido que vendrá al final de los tiempos llevando la cruz en señal de victoria.
En "La peregrinación de la monja Egeria" se recoge una tradición que indica que en el año 628 el emperador romano de Oriente, Heraclio, recuperó la Cruz, que estaba en manos de los persas.
Estos, al apoderarse de ella, la habían llevado a Ctesifonte después de ocupar Jerusalén en el año 614.
Heraclio, al querer devolver la cruz a su lugar decidió tomarla y llevarla triunfante. Pero conforme avanzaba se le hacía más pesada, hasta tal punto que ya no podía con ella.
Le indicaron entonces que si quería alcanzar la cima, debía despojarse de sus vestimentas y de la parafernalia.
Es la lección que puede aplicarse cualquier cristiano a su vida, al seguir las palabras de Cristo en el Evangelio:
También hoy es momento de crecer en la fe recordando aquella otra frase del Señor en el evangelio de san Juan, 12, 32: