¿Un nuevo paso en la transformación, ya en marcha, del ser humano en “dato” virtual?
La salida está prevista inmediatamente después de Navidad, y también esta asociación encierra su ironía. Es un objeto, de hecho, que parece prometer el nacimiento de un nuevo tipo de ser humano respeto al que conocemos. Apenas lanzado, el Apple Watch es el último grito de la “wearable technology”, es decir, de la tecnología pret-a-porter, y promete trabajar en perfecto acuerdo con nuestro iPhone.
Siempre al alcance de los ojos, este reloj, que estará disponible en varios modelos y colores, nos señalará en tiempo real una serie de informaciones – desde las llamadas a los emails, desde los mapas a nuestra frecuencia cardíaca, desde nuestras emociones (por ejemplo, con un pequeño toque podremos dar a entender a otra persona con iWatch que hemos pensado en ella) a las condiciones meteorológicas – que nos harán percibir un absoluto sentido de control sobre lo que nos rodea.
¿Contraindicaciones? Nosotros, nuestra identidad, quedará cada vez más disuelta en un mundo que parece haberse olvidado de la belleza de la realidad. Hemos hablado de ello con Paolo Benanti, profesor de Tecnoética y de cursos sobre lo Posthumano en la Pontificia Universidad Gregoriana.
¿El Apple Watch cambiará de verdad la vida de las personas, como se dice?
Benanti: Depende de lo que entendemos por cambiar las vidas. Toda tecnología se coloca entre nosotros y la realidad, y por tanto también este producto, que potencialmente está destinado a las muñecas de doscientos millones de personas, como ha dicho la propia Apple, se colocará entre la realidad y doscientos millones de personas.
Lo que hay detrás de este tipo de dispositivo es sin dudas el hecho de que el gigante de Silicon Valley ha rediseñado la línea que separa la tecnología de nosotros mismos. Si hasta ayer era una pantalla grande, y hablábamos de ordenadores, o de una pantalla más pequeña, y hablábamos de Smartphone, esta “wearable tecnology” rediseña esta línea, y esto podría no ser bueno.
Hay que decirlo, muy serenamente, porque si es verdad que hasta hoy varios analistas han subrayado la utilidad de vivir con un iPhone o con cualquier otro dispositivo conectado, y si es verdad que estos objetos nos han ayudado a percibir la realidad un poco menos real, este nuevo modelo de dispositivo, que nos pone en la modalidad “siempre conectado”, nos imbuye en un flujo de formación del pensamiento que se coloca entre nosotros y la realidad de una forma cada vez más invasiva y menos distinguible de ésta.
Entonces ¿estos objetos no son solo simples instrumentos a nuestra disposición, sino algo más?
Benanti: Sí, es algo más en muchos sentidos. Si hasta hoy en el momento en el que nos reuníamos podíamos decir: “apagamos los móviles y concentrémonos, el reloj es algo que uno siempre lleva consigo. En la red hay un par de viñetas que muestran a personas estranguladas por unas raíces que son Twitter y Facebook, que salen del teléfono. El hecho de que la tecnología se convierta en “vestible” sugiere una asonancia que sugiere esa antigua característica de entender el mundo y la realidad que eran las virtudes: las virtudes eran vestidos, modos de entender el bien, de vivirlo y de buscarlo cada vez más. Ahora estas prendas se convierten en tecnológicas y cada vez más potentes, y vestirlos podría hacernos resbalar cada vez más sin que nos demos cuenta hacia la frontera de la condición post-humana que muchos estudiosos han apuntado como la próxima condición del hombre.
Esta condición se funda en una paradoja: el control de un cuerpo que es alfo entendido como “mal”. La tecnología, en el fondo, es un sistema sofisticado de control: con ella puedo controlar la realidad, sé en todo momento donde están mis seres queridos, sé qué piensan de mí las personas a través de Facebook y Twitter, hay una conexión emotiva. Estamos lentamente, transformando nuestro cuerpo de una unidad, a la que estábamos acostumbrados a llamarle “persona”, incluso como creyentes, a un conjunto de datos. El nuevo IPhone y el nuevo reloj están pensados para trabajar juntos, a través de este co-procesador inserto en el teléfono, el M8, que transforma nuestro estado en una serie de datos que el teléfono entiende.
¿Esto que implica?
Benanti: Esta es una dinámica muy interesante por la cual el teléfono sabe lo que me pasa, y lo sabe transformando en datos lo que vivo: las aceleraciones, el barómetro, la altitud, la cuota, la posición, la velocidad, son todo factores que el teléfono percibe. No solo empuja Internet hacia mí en toda circunstancia, sino que me equipara al resto de datos que viajan en Internet. Todo transformado con un interfaz bellísima, estudiada para el Apple Watch y para el iPhone, que nos da la impresión de que nosotros tenemos el control de las cosas. Esto significa, de hecho, rediseñar el lugar en el que la tecnología está en el mundo y donde se coloca en nuestro cuerpo y en el de los demás. Es como si este Watch fuese una goma que borrase la línea de separación entre la unidad personal y el mundo de la tecnología. Lo que antes era externo comienza a entrar dentro: os invito a revisar todas las fases del lanzamiento del teléfono donde se habla de estas “notificaciones táctiles” en las que el teléfono se comunica con el cuerpo en la modalidad de los sentidos. Si nosotros quisiéramos continuar en esta línea futurística podríamos decir que después del Watch el próximo producto podría ser el iPlant, es decir cualquier cosa que se implanta directamente en el cuerpo.
¿Estos productos no están aumentando las distancias antropológicas entre las generaciones?
Benanti: Sí, según mi opinión el problema está aquí. Con estas tecnologías entender lo que es la belleza del ser humano, lo que quiere decir ser personas es algo totalmente distinto. Si nuestros padres y nuestros abuelos tenían un modo distinto de entender lo que era ser personas basándose sobre todo en la experiencia de la realidad, hoy nosotros lo entendemos fundándonos en experiencias de social network, de relaciones mediatizadas por la tecnología. Sí, hay una experiencia antropológica, que parte sobre todo de la diferencia en el entendimiento de lo que es humano e importante, porque si hoy lo que es importante, lo que el teléfono toma de mí es solo lo que se convierte en dato, es decir en número, yo paso de entender al hombre como un conjunto de valores a considerarlo un conjunto de datos. Este es un gran problema que crea división en la sociedad. El otro gran problema viene del hecho de que esto viene hecho por una sola compañía privada, que da legitimidad a la norma de estos datos que son la realidad que nosotros somos. Es Apple la que decide cuanto control debemos tener nosotros y cuanto control les dejamos tener a ellos sobre nuestras vidas. Y es interesante que toda la cadena de productos Apple comienza con la letra “i” y por tanto con el “Yo” como sujeto. Esto es un juego en el que se transforma la persona-ser de relación en un individuo cada vez más implicado en un mundo que está hecho de realidad virtual.
¿El mercado está siguiendo a Apple en esto?
Benanti: Hay un juego particular entre Apple que sigue al mercado y el mercado que sigue a Apple. Steve Jobs lo decía siempre, si uno relee su biografía: “yo intuyo las cosas, pero después me sorprende cuanta gente obsesionada busca mis productos”. Porque en el fondo, ellos son muy buenos percibiendo un deseo latente que vive nuestra sociedad, que es ese deseo postmoderno, y post-humano, de felicidad donde todo se convierte en placer y está centrado en el sujeto. Si la tecnología pone el sujeto “I” en el primer lugar solo puede secundar este modo de entender la felicidad. Zygmut Bauman habla de “vida líquida”: en esta yo las relaciones las enciendo cuando quiero. El Apple Watch hace que esto sea posible, porque se trata de relaciones virtuales. Cuando nuestros abuelos vivían en la plaza del pueblo era ella la que organizaba las relaciones y vivir allí significaba vivir esas relaciones.