Hace 11 años un bebé chileno llamado José Ignacio Ureta con daños cerebrales severos y otras patologías sufrió un paro cardiaco de más de media hora y una hemorragia masiva. Hoy lleva una vida normal. Sus padres aseguran que su hijo vive gracias a Dios que por la intercesión de Álvaro del Portillo les concedió el milagro.
Este milagro, científicamente demostrado, permitió la beatificación de quien fuera el segundo prelado del Opus Dei.
Para iniciar el proceso de canonización de una persona, además de su muerte se requiere una fama real –no fabricada- de santidad.
En el caso de Alvaro del Portillo se dieron miles de testimonios de todas las latitudes del planeta. Era gente libre que estaba convencida de que era una persona santa.
Clave para entender el Opus Dei
Tuve el privilegio de conocerlo personalmente y de haberlo tratado de modo directo al menos en 5 ocasiones en la década de los ochenta.
Era un hombre sereno y amoroso; de una altura intelectual muy superior sabía ponerse al nivel de sus interlocutores y sentarse y escuchar y hasta fumar un cigarrillo con paz.
No es posible entender el Opus Dei sin Del Portillo. Él fue el compañero, consejero, confesor y más fiel seguidor de su fundador, san Josemaría.
Por eso mismo san Josemaría le llamaba Roca, piedra, fundamento.
San Josemaría Escrivá fue sin duda alguna el fundador, Don Álvaro el primero que recorrió el camino…
La suma de ambos era sin duda la ecuación perfecta. La serenidad, la paz, la caridad y hasta la visión de empresa que Del Portillo aportó me da la impresión que a la postre resultaron fundamentales.
Beato internacional
Alvaro del Portillo fue beatificado por instrucciones del papa Francisco en Madrid, su tierra natal, el 27 de septiembre de 2014.
Para los miles de mexicanos que lo conocimos –también para los que pertenecen a la Obra- la fiesta tuvo el toque especial. El toque que le dio su mexicana madre Clementina Diez de Sollano.
De ahí viene su mayor comprensión de nuestro pueblo, desde el consumo del chile hasta la fe en la Guadalupana.
Los abundantes frutos de su vida como pieza fundamental en el desarrollo del Opus Dei, institución que convoca a todos a encontrar a Dios en su trabajo diario, nos recuerdan esta frase de san Agustin:
"Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas, a pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas".
La razón, camino a Dios
Del Portillo con todo lo humilde que era, nunca dejó de ser un intelectual de primera, primero como ingeniero, luego como filósofo y finalmente como teólogo.
Él supo, como solía decir Einstein, encontrar a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir.
A su muerte, el entonces obispo Bergologlio -ahora papa Francisco- dijo: fue un sacerdote celoso, que supo conjugar una intensa vida espiritual fundada sobre la fiel adhesión a la roca que es Cristo.
Y ello con un generoso empeño apostólico que lo convirtió en peregrino por los cinco continentes, siguiendo las huellas de san Josemaría, merecedor de la frase bíblica del libro de los Proverbios: Vir fidelis multum laudabitur.
La Iglesia presente en los laicos
Esta es una de las frases que me han cautivado del nuevo beato:
"En un hospital la Iglesia no está solo presente por el capellán: también actúa a través de los fieles que, como médicos o enfermeros, procuran prestar un buen servicio profesional y una delicada atención humana a los pacientes; en un barrio, el templo será siempre un punto de referencia indispensable: pero el único modo de llegar a los que no lo frecuentan será a través de otras familias".