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Nulidad matrimonial: hacer el proceso más rápido es un acto de misericordia

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Emanuele D'Onofrio - publicado el 26/09/14
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La Santa Sede vuelve públicos los nombres de la comisión que trabajará para simplificar el proceso matrimonial
A pocos días de la apertura del Sínodo de la Familia, prevista para el 5 de octubre, la Santa Sede muestra voluntad de acelerar la reforma de la justicia canónica respecto al tema de los matrimonios que se encuentra sobre la mesa prioritaria desde hace mucho tiempo.

El Papa Francisco ha instituido al final de agosto pasado una comisión especial de estudio para la reforma del derecho matrimonial canónico, organismo que se ocupará de simplificar el procedimiento de los procesos para las parejas que se presentan en los tribunales eclesiásticos pidiendo la valoración de una posible nulidad de su matrimonio. El tema es delicado, porque la complejidad y la excesiva largura de los procedimientos se unen a los muchos problemas que nacen en los años iniciales de la vida de pareja, comenzando por las temáticas de los divorciados vueltos a casar: tema sobre el que ya Benedicto XVI había pedido una profunda reflexión, y que estará al centro del próximo Sínodo.

Para comprender mejor el alcance de los posibles cambios a la vista, Aleteia se dirigió al padre Hector Franceschi, docente de derecho matrimonial canónico en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz.

– ¿Qué significa esta decisión del Papa Francisco?

El Papa quiere concretizar una cosa que ha leído más veces. Existe la necesidad de dar respuestas a un problema que está muy extendido, esto es, la duración de las causas de nulidad. A este propósito me acuerdo de un documento publicado en julio por el Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas donde  surge como si este problema no concerniera sólo a Europa sino a todo el mundo. Más aún, se dice que en Italia y en otros países europeos los tribunales funcionan, aunque a veces las causas duran demasiado, pero hay muchos países, y muchos están en América Latina, que durante años no han emitido una sentencia, o la han emitido después de mucho tiempo.

Sucede también que la causa se detiene en el segundo grado del juicio porque el tribunal está constituido sobre el papel, pero en realidad funciona intermitentemente. Si nosotros a los fieles que nos interrogan para saber si existen las condiciones para la nulidad decimos que existe una autoridad constituida para comprobar su caso, pero luego de hecho esto no lo aseguramos, terminamos por dejar a muchos fieles en todo el mundo sin alguien a quien dirigirse o sin respuestas en los tiempos adecuados.

El Código de Derecho Canónico dice que las causas de primera instancia no deberían durar más de un año, y las de segunda instancia no más de seis meses. Pero la realidad, a excepción de algunos países, no es esta. La idea, por lo tanto, es establecer qué se puede hacer para agilizar algunos procesos de nulidad matrimonial siempre, como escribe el mismo pontífice, “en el respeto a la indisolubilidad del matrimonio”.

– ¿Más ágil no quiere decir entonces que será más fácil ver establecida la nulidad matrimonial?

No se trata de quitar el proceso y hacer que sea sólo una especie de establecimiento administrativo o pastoral del fracaso del matrimonio, sino que se trata sólo de volver el proceso más ágil, al averiguar la verdad. Es necesario encontrar un equilibrio entre la duración de los procesos y el respeto a la verdad. No sabemos qué sucederá, pero lo que se quiere obtener es que se reduzcan los pasos del procedimiento, o que algunos requisitos del proceso actual sean modificados para volver más fácil el funcionamiento de los tribunales. Pienso sobretodo en los países en que muchas veces faltan canonistas.

Por ejemplo, existe un requisito en el proceso actual donde en línea de principio los tribunales son colegiados, es decir, formados por tres jueces. Uno de los posibles cambios es volver los tribunales “personales”: establecer que en primera instancia exista un único juez, mientras que en la segunda instancia queden tres. Esto querría decir dar más trabajo a las personas, sin tener tres jueces comprometidos en cada causa.

– Entre las hipótesis existe también la de anular la obligatoriedad del segundo grado, ¿verdad?

Esta es una posibilidad de la que han hablado muchos: en el caso que hubiera una sentencia afirmativa, y ambas partes estén de acuerdo, podría no existir la necesidad de ir a una segunda instancia para tener una confirmación, a través de un decreto u otra sentencia. Esto siempre salvando el derecho de una de las partes a recurrir a la apelación. Pero hasta ahora son todas hipótesis.

– Según usted, ¿está cambiando algo en la concepción del matrimonio por parte de la Iglesia?

Pienso que no. En este sentido esa frase final es importante, “salvaguardando la indisolubilidad del matrimonio”. Si no es aprobada la nulidad, no puede darse una sentencia afirmativa. Es verdad que la Iglesia considera el grave problema del divorcio, que existe en todos los países del mundo excepto en uno, Filipinas. Existen muchos católicos que desgraciadamente se encuentran en esta situación. Divorciados, quizá vueltos a casar civilmente. En la exhortación Sacramentum Caritatis del Papa Benedicto XVI, en el capítulo 29 se dice que “Donde existan dudas legítimas sobre la validez del Matrimonio sacramental contraído, se debe hacer todo lo necesario para averiguar su fundamento”. Esto porque si el matrimonio es considerado nulo, los dos podrían volver a casarse incluso por la Iglesia.

Pero al mismo tiempo, existe el problema de aquellos que querrían acudir al tribunal para saber si su matrimonio es nulo, pero que se encuentran frente a un tribunal que puede tardar años para admitir la causa, incluso antes de tomar la decisión. Esto es un problema de justicia, pero también de misericordia. No podemos decirle a un fiel: “decide tú”. Es un problema que concierne a toda la Iglesia.

– ¿Vislumbrar los riesgos del éxito del trabajo de la Comisión?

En cada cosa existe el riesgo, pero es necesario dejar trabajar a la Comisión y saber que el Espíritu Santo ayuda a la Iglesia. En este momento en el ambiente existen muchas tensiones, incluso choques, pero al final estoy seguro que las cosas irán mejor.

Veo el peor riesgo en la posibilidad de perder el bien más grande del matrimonio, ese que la Iglesia siempre ha defendido, el bien de la indisolubilidad, el “para siempre” del matrimonio.

Recordamos que el divorcio entró en el derecho desde el principio como una excepción, luego se extendió. Fue así incluso para los ortodoxos: el divorcio era admitido sólo para el adulterio, pero una vez admitido se ampliaron los casos y ahora cualquier motivo lo justifica. Pienso que la indisolubilidad es un bien exigente, muy exigente, pero si los cónyuges tienen claro lo que este bien significa para lo hijos, entonces encontrarán el verdadero bien.

Es necesario siempre tener en cuenta a los hijos, esto preocupa mucho al Papa: por ejemplo, el caso de los hijos de las segundas uniones. Es necesario entender cómo acoger a sus padres y acompañarlos en un camino de conversión. Pienso que la misión del Papa no concierne sólo el proceso, sino todo el campo: se trata de dar a conocer el rico magisterio de la Iglesia sobre la familia. Mucho de lo que también Juan Pablo II dijo sobre la familia, por ejemplo, es desconocido no sólo a los laicos, sino también a muchos religiosos. 
 

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