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¿La Iglesia estuvo ausente durante la Revolución Industrial? No del todo…

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Enrique Chuvieco - publicado el 29/09/14
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Dos laicos, el francés Ozanam y el italiano Toniolo, lucharon por la dignidad de los obreros y son modelo también hoy
Jacques Maritain se preguntaba por qué los santos no habían abanderado las reivindicaciones obreras durante la convulsa época industrial, mientras que sí lo habían hecho en otros tramos históricos acompañando a los más débiles. De este “olvido”, que favoreció a las nacientes ideologías socialistas para liderar la acción contra las graves injusticias que se cometían, el filósofo francés exceptuó a los laicos Frédéric Ozanam y Giussepe Tonioli, fuera de los altares aún, aunque ambos en camino.

El pasado año se cumplía el bicentenario del nacimiento de Frédéric Ozanam (1813-1853), católico francés, aunque nacido en Milán, que fundó en 1833 las Conferencias de San Vicente de Paúl, instituciones que están repartidas actualmente por todo el mundo para cuidar a los marginados y desheredados de las trasformaciones económicas del siglo XIX.

Políglota en hebreo, sánscrito y alemán, obtuvo la cátedra de Derecho Mercantil y, posteriormente, la de Literatura extranjera. En esa época, en la que se codeaba con Chateaubriand, Lacordaire y el físico Ampere, sufrió una crisis religiosa de la que salió más consciente de su compromiso con los más pobres, de los que decía: “Ellos son para nosotros las imágenes de ese Dios al que no vemos, y como no sabemos amarle de otra manera, lo amaremos en sus personas”.

Proclamó que la caridad debía ser una preocupación de los católicos, máxime cuando hacía estragos la miseria entre la población por la eclosión industrial, agravada por la epidemia de cólera de París. En este sentido, exponía con vehemencia: “La tierra se ha enfriado, somos nosotros los católicos a quienes corresponde reanimar el calor vital que se apaga, es a nosotros a quienes corresponde comenzar de nuevo la gran obra de la regeneración, aunque fuera necesario comenzar de nuevo la era de los mártires.  ¿Nos quedaremos inertes en medio de un mundo que sufre y gime?”

Crítico del libre mercado

Para encauzar esta caridad, organizó una serie de conferencias de apologética, donde se reunieron, con la aquiescencia del arzobispo Quélen, varios de los alumnos de La Sorbona que compartían sus ideas junto a algunos de los intelectuales con el objetivo de crear un cuerpo de profesores de religión que revitalizara la enseñanza de los postulados cristianos.

De estas reuniones nació en 1833 la Conferencia de Caridad, grupo que tenía la intención de ayudar a los más necesitados. Dos años más tarde adoptó unas reglas con las que se fundó la Sociedad de San Vicente de Paúl. Cristalizó así una de sus recurrentes frases: “Tenemos dos vidas, una para buscar la verdad y defenderla, y la otra para practicarla”.

Experto en historia, leyes, literatura y doctrina social, Ozanam, fue autor de distintas obras (Dante y la filosofía católica en el siglo XIII, Estudios germánicos Los poetas franciscanos en la Italia del siglo XIII, La civilización cristiana entre los francos Las instituciones cristianas en los primeros siglos), pero su principal aportación y el motor de sus actuaciones se centrarían en el ejercicio de la Caridad, que debía extenderse a todos los necesitados, incluso a quienes no fueran católicos o pertenecieran a otros países, subrayaba.

Fue uno de los pioneros en criticar los postulados del libre mercado, que tantas desigualdades sociales acarreaba. Sus posturas fueron tachadas despectivamente de cercanas al socialismo, pero su compromiso católico quedaba claro a quienes no retorcían sus palabras y acciones: “He querido sin duda consagrar mi vida al servicio de la fe, pero considerándome como siervo inútil, como obrero de última hora”. Su exposición de lo Doctrina Social de la Iglesia Católica en sus enseñanzas del Derecho Mercantil en Lyón, fueron antesala de la encíclica 

Rerum novarum del papa León XIII.

Exprimió sus energías en desvelos hacia los más desfavorecidos que le llevaron a descuidar su salud y murió a los 42 años, dejando  2.000 centros de la Sociedad San Vicente de Paúl en 29 países. La petición de beatificación de su figura fue llevada a cabo en 1923 y el proceso se abrió el 15 de marzo de 1925, aunque no fue hecha efectiva hasta que Juan Pablo II la ratificara el 22 de agosto de 1997.

Giussepe Toniolo

El domingo 29 de abril de 2012, el cardenal Salvatore de Giorgi beatificaba a Giussepe Toniolo (1845-1918) en representación de Benedicto XVI, sociólogo y economista italiano, al que se le acreditó un milagro por su intercesión en el pueblo donde está enterrado.

Para Toniolo, colaborador en la redacción de la encíclica Rerum Novarum, “los sistemas políticos que no se basaban en Dios no pueden perdurar”, en alusión al liberalismo y al socialismo.

Especializado en sociología económica, Giussepe, que estudió Derecho en la Italia de la unificación liberal que había enajenado sus estados al Papa, valoró su vocación sacerdotal en un principio, pero cambió su rumbo para engendrar siete hijos tras su matrimonio con María Schiratti.

Apasionado por la naturaleza y por la enseñanza, mostró a sus vástagos las maravillas que Dios había creado al tiempo que profundizaba en el pensamiento de su compatriota Santo Tomás de Aquino y en el misticismo de Santa Teresa de Jesús. De aquí le vino, el considerar a las relaciones económicas subordinadas a la justicia, como creía la escolástica.

Guió la Acción Católica en Italia, fundó la Revista Internacional de Ciencias Sociales, la Asociación de Mujeres Católicas y las Semanas Sociales para los trabajadores, a los cuales les dijo que se uniesen en Cristo. Incansable en su dedicación, se empeñó en la indisolubilidad del matrimonio, la escuela católica y la protección laboral de los trabajadores.

Apoyó a Agostino Gemelli en su labor de fundación de la Universidad Católica de Milán para la formación de una élite católica. Su pensamiento fue también uno de los pioneros en el corporativismo católico

En 1887 tuvo un encuentro con Don Bosco que no olvidaría. Se juntaban, así, el educador de los hijos del pueblo con el defensor de los derechos de los humildes. Don Bosco le pediría bromeando: ”Venga y enséñeme un poco de economía, que la necesito”. Diez años antes había nacido la Juventud Católica Italiana, primer núcleo de la Acción Católica italiana.

En su apuesta decidida por los trabajadores, el economista no olvidó su faceta intelectual y elabora una teoría sociológica que afirma el predominio de la ética y del espíritu cristiano sobre las duras leyes de la economía. En sus numerosos escritos, propone el establecimiento del descanso dominical, el límite de las horas de trabajo, la defensa de la pequeña propiedad, la tutela del trabajo de las mujeres y de los jóvenes.

Defensor de una implicación más activa de los católicos en la vida social, se convierte en uno de los líderes del movimiento de la "democracia cristiana" y defiende el valor económico-social de la religión, conciliando así fe y ciencia.

En 1908, publica el Tratado de economía social y unos años antes había participado indirectamente en la redacción de la encíclica sobre el trabajo y la cuestión social de León XIII, Rerum novarum (1891), que pondría los cimientos a la Doctrina Social de la Iglesia.

En 1917, falleció el día 7 de octubre a la edad de 73 años, fiesta de la Virgen del Santo Rosario.

Su ingente obra, como la de Ozanam, convierte a ambos en promotores del asociacionismo obrero católico y en dedicados a la causa de los más desfavorecidos en la dura época industrial. Al tiempo, refuerza la percepción de Maritain de que hubieran sido distintas las consecuencias acaecidas en el convulso y sangriento siglo XX de haberse implicado más católicos en el ámbito social en los años precedentes. 
 

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