Un programa para una maltrecha humanidad necesitada de atención y misericordia
En el discurso del Papa Francisco a los quinientos responsables del Movimiento de los Focolares de todo el mundo reunidos en Roma en Asamblea General, les ha animado a vivir, en consonancia con el carisma de la unidad que recibieron de Chiara Lubich, ya en proceso de beatificación, tres palabras que no son sólo un programa para los focolares, ni siquiera sólo un programa para toda la Iglesia y todos los cristianos, sino que son tres palabras que constituyen en su dimensión social un programa para esta maltrecha humanidad tan necesitada de atención y misericordia.
La primera palabra es contemplar. Contemplar significa además de contemplar a Dios, “vivir en compañía de los hermanos y las hermanas, partir con ellos el Pan de la comunión y de la fraternidad, traspasar juntos la puerta”. Al Papa le entusiasma esa oración de Chiara Lubich que empieza diciendo “Este es el gran atractivo del tiempo moderno: penetrar en la contemplación más elevada y permanecer mezclados entre todos, hombre junto a hombre”.
La segunda palabra es salir. Y para salir hay que convertirse en expertos en el arte del diálogo que no se aprende sin esfuerzo. Salir hacia aquel que “nos espera en las tribulaciones y en los gemidos de nuestros hermanos, en las llagas de la sociedad y en los interrogantes de la cultura de nuestro tiempo. Ante una Iglesia, ante una humanidad con tantas heridas –heridas morales, heridas existenciales, heridas de guerra– que percibimos todos los días, le hace a uno daño al corazón ver cómo los cristianos empiezan a hacer bizantinismos filosóficos, teológicos, espirituales; se necesita, por el contrario, una espiritualidad del salir. Salir con esta espiritualidad: no encerrarse dentro con cuatro vueltas de llave”.
Y, por último, la tercera palabra: hacer escuela. Recuerda el Papa Francisco otra palabra que acunó Chiara Lubich: “formar hombres-mundo, hombres y mujeres con el alma, el corazón, la mente de Jesús y capaces, por ello, de reconocer y de interpretar las necesidades, las preocupaciones y las esperanzas que abriga cada corazón humano”.
Contemplar la dignidad sagrada de cada hombre, sobre todo del más necesitado; salir a su encuentro y compartir su misma vida; y formar a las nuevas generaciones en esta escuela para reconocer e interpretar las necesidades de cada corazón humano. ¿Te apuntas a este programa?