Jesús, en su última comida con sus discípulos, debió usar vino tinto. Los Evangelios no lo mencionan, pero en el siglo I el vino blanco era escaso, y también caro.
El vino habitual era el rojo. Y también en los siglos siguientes, en los que los cristianos lo usaban para celebrar la Misa.
Lo hacían porque Cristo lo había hecho, sin duda. Pero también porque el color rojo remitía con más claridad al simbolismo de la sangre.
La única recomendación común era elegir un vino de buena calidad.
Las indicaciones del Magisterio de la Iglesia
Pero ¿cuál es la regla hoy? La Instrucción General del Misal Romano, que es el texto normativo para la celebración de la Eucaristía en la Iglesia católica de Rito Romano, no proporciona ningún detalle. Sólo se solicita, en el n°322, que el vino sea un vino natural (sin aditivos).
La instrucción Redemptionis Sacramentum indica que el vino usado en Misa "debe ser natural, del fruto de la vid, genuino, no alterado ni mezclado con sustancias extrañas".
Además debe ser conservado "en perfecto estado" para que "no se convierta en vinagre".
Está prohibido, prosigue la instrucción, "usar vino sobre cuya genuinidad y procedencia haya dudas: la Iglesia exige, de hecho, certeza respecto a las condiciones necesarias para la validez de los sacramentos".
Palabras similares, de forma más breve, se encuentran en el Código de Derecho Canónico.
No se dice nada sobre el color o el sabor, ni se especifica si el vino debe ser con burbujas o no.
Ciertamente, el color rojo recuerda más fácilmente la sangre de Cristo, pero por motivos prácticos (posibles manchas sobre el mantel del altar) a menudo se prefiere el blanco.
Ofrecemos "nuestra pobreza"
La atención a los detalles de la celebración es importante y cada cosa debe ser preparada bien, según las normas litúrgicas: el pan y el vino y todo lo necesario para la Misa.
Pero no se debe perder de vista el sentido profundo de la celebración, que está bien expresado en esta oración sobre las ofrendas:
"Acoge Señor nuestros dones en este misterioso encuentro entre nuestra pobreza y tu grandeza: nosotros te ofrecemos lo que nos has dado, y Tú danos en cambio a ti mismo".
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