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Ukon Takayama, el “samurai de Cristo”

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Redacción de Aleteia - publicado el 13/11/14
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Por permanecer fiel a Jesús perdió riquezas, poder e incluso tuvo que exiliarse de Japón a FilipinasUkon Takayama fue un político militar japonés, un daimio (señor feudal japonés) del siglo XVI que sigue inspirando por su firme fe en Cristo y su fidelidad a su conciencia.

Nació en 1552 en lo que hoy es Osaka, en una familia noble con derecho a tener samurais a su servicio y a constituir un ejército. Estaba destinado a heredar el castillo Sawa, en la provincia de Damato.

Su padre, el señor Tomoteru – un hombre de profundas inquietudes religiosas – habría llevado al castillo a un jesuita, Gaspare Di Lella, para debatir con él las virtudes del budismo y del cristianismo.

Corría el año de 1564, y ya habían pasado quince años desde la primera vez que un barco portugués habría llegado a Japón, con algunos jesuitas pertenecientes a las misiones de san Francisco Javier.

Cuando Ukon tenía 12 años, su padre se hizo católico, y él también: recibió el nombre de Justo al ser bautizado. Empezó a vivir su fe de forma ejemplar.

Pero el entorno fue volviéndose cada vez más hostil a los cristianos. Muchos de sus compañeros samurai, lo mismo que sus súbditos, se convirtieron al catolicismo.

Ukon y su padre, de nombre cristiano Darío, lucharon sirviendo al señor Nobunaga, quien les permitió ser “Kirishitan Daimyo”, esto es, señor feudales cristianos, con derecho a practicar libremente su fe y propagarla si así lo deseaban.

El sucesor de Nobunaga, Totoyomi Hideyoshi, el gran unificador del Japón, prohibió el cristianismo y expulsó a los misioneros.

Muchos “Kirishitan Daimyo” obedecieron la orden y apostataron, pero Takayama prefirió abandonar su título, posición y posesiones.

El 8 de noviembre de 1614 fue exiliado en Filipinas, junto a otros 300 cristianos japoneses, donde sería recibido por misioneros jesuitas españoles.

En este país pudo vivir su fe con libertad… pero sólo 40 días. Después una enfermedad le causó la muerte. Tenía 63 años.

Recibió un funeral según su dignidad de daimio, con honores militares. Una escultura en una plaza de Manila le recuerda como el “samurai de Dios” con una cruz entre sus brazos. La Iglesia le venera como beato.

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