Claves del discurso del Papa en el Parlamento EuropeoEn el discurso que el Papa Francisco pronunció en el Parlamento Europeo ante 751 eurodiputados de 28 países y los presidentes de las demás instituciones europeas, recordó que “en el centro de este ambicioso proyecto político se encontraba la confianza en el hombre, no tanto como ciudadano o sujeto económico, sino en el hombre como persona dotada de una dignidad trascendente”. Habló de derechos humanos, de crisis económica, de descarte social, de libertad religiosa, de educación y familia, de ecología humana y de migraciones.
Frente a “la tendencia hacia una reivindicación siempre más amplia de los derechos individuales”, reivindicó su dependencia, en cambio “del bien personal”, y “del bien común”. Y alertó ante el problema de la soledad, “una de las enfermedades que veo más extendidas en Europa, propia de quien no tiene lazo alguno”, agudizada por la crisis económica.
Una crisis que revela “algunos estilos de vida un tanto egoístas, caracterizados por una opulencia insostenible y a menudo indiferente respecto al mundo circunstante, y sobre todo a los más pobres”. Así como el “economicismo” que convierte a las personas en elementos de producción o de consumo hasta que, “cuando la vida ya no sirve a dicho mecanismo se la descarta sin tantos reparos, como en el caso de los enfermos terminales, de los ancianos abandonados y sin atenciones, o de los niños asesinados antes de nacer”.
Denunció “el modelo funcionalista y privatista que conduce inexorablemente a la cultura del descarte", el “nominalismo político” del sofismo, con el que se confunde la democracia, así como “las numerosas injusticias y persecuciones que sufren cotidianamente las minorías religiosas, y particularmente cristianas”; así como de las “presiones de intereses multinacionales no universales”, que hacen más débiles a las familias y las trasforman en sistemas uniformadores de poder financiero al servicio de imperios desconocidos”.
Les propuso promover fuentes alternativas de energía para la defensa del ambiente”, sabiendo que “junto a una ecología ambiental, se necesita una ecología humana”. Porque, con respecto a la migración, dijo que “no se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio”.
En conclusión, dijo que “ha llegado la hora de construir juntos la Europa que no gire en torno a la economía, sino a la sacralidad de la persona humana”.