Se cumplen 75 años de la fundación de Hermandades del Trabajo
El trabajo y las buenas relaciones entre los trabajadores fue el trabajo constante de Abundio García Román, que crearía Hermandades del Trabajo tras constatar su dolor por la apostasía de las masas obreras y buscar incansablemente su encuentro con Cristo. En el Congreso celebrado en la Fundación Pablo VI fue propuesto como modelo y testigo para los laicos de hoy.
Semblanza biográfica
Abundio García Román nació en Jaraicejo (Cáceres), el día 14 de diciembre de 1906. Su padre era un modesto labrador que vivía con un relativo desahogo económico. Tanto él como su esposa eran de hondas raíces extremeñas, sólidos fundamentos religiosos y profundamente cristianos.
A los diez años manifestó a sus padres su deseo de ser sacerdote, pero ellos le aconsejaron que hiciera primero el bachillerato. Ingresó el joven Abundio en el Instituto Cardenal Cisneros. Un sacerdote, amigo de la familia, le recomendó que hiciese sus estudios en un colegio religioso, y así se hizo. Se matriculó en el colegio Maravillas, regido por los Hermanos de la Doctrina Cristiana.
El 24 de junio de 1930 fue ordenado sacerdote. Su primer destino fue el de capellán particular del Conde de Rodríguez de San Pedro. Con el advenimiento de la República, el conde tuvo que salir de España y, antes de hacerlo, propuso Abundio que se hiciera cargo de un Patronato de Enseñanza que disponía de un colegio en la zona de Entrevías, barrio situado en el entonces suburbio madrileño y sumamente conflictivo en aquella época.
La guerra civil le obligó a abandonar su domicilio y buscar refugio en una pensión. Al parecer, la dueña le denunció a la policía, y fue detenido. Ingresó en la cárcel Modelo. El día 15 de noviembre de 1936, un bombardeo sobre la cárcel evitó su más que posible martirio. En unión de otros muchos prisioneros, los milicianos le habían llevado al patio de la cárcel. Justo cuando empezaban a subirlos a los camiones, se inició el bombardeo.
Absuelto por el Tribunal en marzo de 1937, siguió siendo perseguido por su condición de sacerdote y fue condenado en rebeldía a un año de trabajos forzados. Después de varias vicisitudes, pudo refugiarse en la Legación de Noruega, donde permaneció hasta el final de la contienda.
Fundará Hermandades del Trabajo en 1947. A partir de ese momento, don Abundio, acompañado por un grupo de laicos, hombres y mujeres en igualdad de obligaciones y derechos, expanden la obra de Hermandades del Trabajo por toda España y, posteriormente, en América.
Muere en Madrid el 30 de noviembre de 1989 y, el día 15 de julio de 2000, el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, abrió la fase diocesana del Proceso de Canonización del Siervo de Dios, que será clausurada en el año 2006.
Claves de su pensamiento
Abundio García Román dejó algunas frases que resumen su pensamiento. Condenó toda violencia, “ni aún con preludio de paz” y forjó el amor entre los compañeros de trabajo: “El testimonio de una vida volcada en los demás para hacerles ver sus derechos, ayudándoles en su consecución, resulta irresistible a la hora de convencer”.
“No cabe poner el énfasis en una conversión personal con olvido del entorno social, ni por el contrario hablar de estructuras por reformar, descuidando el hombre como sujeto de tales reformas”, explicó Abundio García Román que defendía fervientemente la acción: “No justifiquéis vuestra presencia en Hermandades si no es bajo el compromiso de la acción. Lo que importan son los objetivos, las opciones quedan por los caminos”.
Hermandades del Trabajo
La creación de Hermandades del Trabajo es la labor por la que es más recordado. Una fundación que no fue improvisada, sino como él mismo explicaría: “como fruto maduro de una elaboración continuada”.
“Nos definimos católicos amantes de la Iglesia y sumisos a su Jerarquía. Nos duele la apostasía de las masas obreras y buscamos su encuentro con Cristo. Promocionamos al trabajador para que se labre a sí mismo su felicidad con dignidad y competencia. Nos duelen las injusticias y protestamos de ellas, pero condenamos el odio y proscribimos los lamentos”, explica en el ideario de Hermandades del Trabajo, donde dejó constancia de su ardor igualitario para la mujer y los más jóvenes: “La mujer vive incorporada a nuestra Obra con el pleno honor de una misma responsabilidad. Para nuestra juventud guardamos nuestros mejores augurios con las armas más idóneas para la victoria”.
La unión fue otro de sus carismas, mostrando: “Los unos con su labor anónima de testimonio claro y silencioso, los otros con su acierto de expresión y lógica. Es obra de todos y de siempre; de los que se lo merecieron y de aquellos otros que lo harán posible. Por eso no limito mi gratitud ni mi esperanza”