Quien habla antes de aprender en silencio corre el riesgo de enseñar cosas equivocadas“Hay quien se calla por no saber hablar, y hay quien se calla porque reconoce cuándo es tiempo de hablar” (Eclo 20,6).
Observa la naturaleza silenciosa, calma y productiva. No oímos ni vemos a la planta crecer, pero crece sin cesar, en silencio. Una selva entera crece sin hacer ruido.
En el silencio la naturaleza produce sus maravillas: la flor que se abre, la mariposa que deja su capullo, la fruta que madura, el niño que se desarrolla, los trillones de estrellas que brillan…
La naturaleza no tiene prisa. Todo sucede en silencio, como en una bella sinfonía.
Por causa del silencio, todo existe: la música surge del silencio; el arte nace de él; la inspiración, la poesía y la bella música, surgen en el silencio. La escuchamos porque hacemos silencio y ella va más allá de nosotros. Donde acaba el habla comienza la música.
Quien habla antes de aprender en silencio corre el riesgo de enseñar cosas equivocadas. El monje Tomás de Kempis, dijo que “nadie habla con seguridad, sino quien sabe callarse”.
La sabiduría nos viene de la meditación y de la oración, y esas dos realidades sólo pueden tener lugar en el silencio. El silencio de los hombres a veces está más cerca de la verdad que sus palabras.
Los hombres se gastan tanto en palabras que no entienden el silencio de Dios. Él habla en el silencio. En la medida en que el alma recibe en el silencio, ella dará en la actividad.
Madre Teresa de Calcuta dijo que: “Cuanto más recibamos del silencio de la oración, más nos entregaremos a una vida activa. Tenemos necesidad del silencio para tocar las almas.”
Quien no aprende a callar, meditar y rezar, acaba cayendo en el activismo compulsivo y frustrante.
Es tan rara la paz en los corazones de los hombres porque no saben encontrarse en silencio con Dios en la propia alma. Y nadie toca los corazones de los hombres y los enriquece, si primero no provee a si mismo mediante una vida interior en el silencio.
Para ser ayudados espiritualmente, los hombres no precisan simples hombres, sino “hombres de Dios”. Solamente aquellos que son fuertes por el contacto con el “Huésped del alma”, pueden ir sin recelo al encuentro de las criaturas para socorrerlas, nos enseña Raul Plus.
Jorge Duhamel quería crear el “Parque nacional del silencio”. Por desgracia nuestra era de máquinas no nos deja apreciar el silencio, y nuestro corazón está cansado porque no entra en sí mismo.
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El amor se expresa más en el silencio que con las palabras.
Es sabiduría saber callarse hasta el momento seguro de hablar. André Maurois dijo que los hombres temen el silencio como temen la soledad, porque ambos les dan una visión del terrible vacío de la vida.
Pero ese vacío sólo puede llenarse cuando en el silencio y la meditación encontramos su causa y nos fortalecemos para superarlo. Él es el remedio que el hombre moderno no se compra en las farmacias.
Muchos se agitan en el mundo y rompen el precioso silencio. Pues bien, hay un proverbio alemán que dice: “La mejor respuesta a la cólera es el silencio”.
Voltaire avisaba a los cortesanos del rey francés que, “en la corte, el arte más importante no el de hablar bien, sino el de saber callarse”.
El hecho de que el silencio es oro explica por qué es tan raro.
Ghandi enseñaba que el silencio forma parte de la disciplina espiritual de un seguidor de la verdad. “Me siento como si hubiese sido hecho para el silencio”, decía.
Alguien observando a un sordomudo dijo que al lado suyo se percibe cómo son pocas las palabras que merecen ser dichas.