Una guía práctica para orar con la EscrituraInvocación al Espíritu Santo:
Ven Espíritu Santo,
Pues queremos abrir la Sagrada Escritura que Tú inspiraste
Abre nuestra conciencia, nuestra mente, nuestra voluntad, para entender y aceptarte.
Sabemos que el Padre quiere decirnos algo a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.
Amén
TEXTO BIBLICO: Juan 1,35-42
«Maestro, ¿dónde vives?»
1,35: Al día siguiente estaba Juan con dos de sus discípulos. 1,36: Viendo pasar a Jesús, dice:
—Ahí está el Cordero de Dios.
1,37: Los discípulos, al oírlo hablar así siguieron a Jesús. 1,38: Jesús se volvió y, al ver que le seguían, les dice:
—¿Qué buscan?
Respondieron:
—Rabí —que significa maestro,— ¿dónde vives?
1,39: Les dice:
—Vengan y vean.
Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Eran las cuatro de la tarde.
1,40: Uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús era Andrés, hermano de Simón Pedro. 1,41: Andrés encuentra primero a su hermano Simón y le dice:
—Hemos encontrado al Mesías —que traducido significa Cristo—.
1,42: Y lo condujo a Jesús.
Jesús lo miró y dijo:
—Tú eres Simón, hijo de Juan; te llamarás Cefas —que significa Pedro—.
BIBLIA DE NUESTRO PUEBLO
LECTURA: ¿Qué dice el texto?
El Evangelista Juan, habla de Juan el Bautista en varias ocasiones. Aquí nos recuerda que en primer lugar hubo un hecho histórico, un nuevo anuncio: “Ahí está el cordero de Dios”. Juan el Bautista tenía todas las cualidades para decir quién era Jesús. Es el Testimonio el que provoca entonces que algunos discípulos de Juan comenzaran a seguir al Maestro.
El evangelista nos muestra un verdadero camino que nos permite entender qué significa ser discípulos del Señor: Todo comienza con el anuncio pronunciado por un testigo cualificado, que es Juan el Bautista.
Luego viene el deseo de seguir al Señor en el interior, que se realiza en una acción concreta: ir detrás de él y preguntarle: “¿Maestro, donde vives?
Del seguimiento de Jesús se inicia el encuentro que está compuesto de experiencia personal y comunitaria. Una vivencia con el Señor. Experimentar significa salir de los propios límites para ir más allá y encontrarse con el otro. En este caso con el mismo Jesús. Es decir, se va descubriendo el misterio de Cristo, desde un encuentro con Él, mientras se va realizando la gran síntesis de la vida y de la fe.
Este texto tiene singular importancia porque nos muestra el origen de la fe y en su transmisión mediante el testimonio. Es un verdadero itinerario de fe y ante un descubrimiento del misterio de Jesús a través del conocimiento y la adhesión gradual de los discípulos, después de la primera manifestación de Jesús como Mesías.
MEDITACION: ¿Qué me dice a mí el texto?
Nos preguntamos para profundizar en nuestra vida estas palabras de Salvación:
Aunque el texto parece breve es todo un itinerario de Fe. Si yo reviso mi fe ¿Recuerdo a aquellos que me enseñaron la fe cristiana? ¿Qué podría decir de estas personas? ¿Doy gracias a Dios por la vida de aquellos que me enseñaron la fe?
La fe es una cadena de transmisiones que viene desde estos primeros apóstoles. ¿Soy consciente que el acto de creer que yo profeso, es producto de una transmisión como en cadena y que hay cientos de eslabones que son personas concretas que muchos dieron su vida para que yo crea?
ORACION: ¿Qué le digo yo al Señor?
Orar, es responderle al Señor que nos habla primero.
Gracias Señor por tu Palabra Salvadora que se revela al mundo.
Señor que al conocerte pueda también llevarte a los demás.
Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. Añadimos unas intenciones de oración.
CONTEMPLACION: ¿Cómo interiorizo el texto?
Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del texto para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón:
«Maestro, ¿donde vives?» (Versículo 38)
Y de esta forma nos ponemos en contemplación.
ACCION: ¿A qué me comprometo?
Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.
Mi agradecimiento por creer en Jesús, y por ser su discípulo se manifiesta con llevar la alegría cristiana a los demás. Que los demás puedan conocer también a Cristo por mi alegría y testimonio de encuentro con Cristo.
Por el Hno. Ricardo Grzona, frp