El resumen que Cristo hizo de los mandamientos es realmente maravillosa y revolucionaria: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Lc 10, 27). Cristo no señala dos amores diferentes. El amor a Dios que lo llena todo y el amor al prójimo, que depende de cómo nos amemos a nosotros mismos.
Examina primero si ya sabes amarte a ti mismo. Cuando esto sea, te dejaré amar al prójimo como a ti mismo. Pero si aún no sabes amarte a ti mismo, me preocupa que no engañes al prójimo como a ti mismo te estás engañando #SanAgustin (Sermón 128,5)
¿Cómo tenemos que amarnos? En los seres humanos pervive la imagen de Dios. Imagen que está distorsionada por el pecado.
En nosotros mismos tenemos que amar la imagen de Dios y aborrecer todo lo que la oculta o enturbia. Por ello es interesante darnos cuenta de lo poco que nos queremos a nosotros mismos.
Nuestra pereza y desafecto hace que nos despreciemos y que después intentemos amar al prójimo con un amor artificial y a veces idolátrico.
En el prójimo hay que amar lo que se corresponde a la imagen de Dios impresa en él y detestar lo que enturbia y oculta esa imagen. Esto es justo lo que Cristo nos pide y San Agustín nos recuerda con certeza. No debemos ser violentos con nuestros hermanos, ni con nosotros mismos, ya que el pecado no desaparece a base de voluntad, sino de humildad y aceptación de la Gracia de Dios.
Buenos días, tardes o noches