La vida sexual es algo muy sublime en el plan de DiosAntes que nada el matrimonio cristiano necesita conocer bien el sentido del sexo en el plan de Dios. Él lo quiere. De todas las alternativas posibles que Dios podría haber empleado para generar y mantener la especie humana, escogió la relación física y espiritual del amor conyugal.
Dios quiso que la pareja humana fuera el arquetipo de la humanidad y que su generación fuera por medio de la vía sexual.
Además de eso, por medio de este acto, quiso profundizar el amor de la pareja.
Entonces, la conclusión a la que se llega es que Dios no sólo inventó el sexo, sino que lo dotó de una profunda dignidad y sentido y, por eso, colocó normas para que fuera vivido de manera correcta, para que no causara desajustes y sufrimiento.
Dios quiso que el ser humano fuera material y espiritual, algo como una bella síntesis del animal, que sólo tiene cuerpo, y el ángel, que sólo es espíritu.
Y dotándolo de cuerpo quiso que el hombre fuera sexuado como los animales: sin embargo, su vida sexual debía ser guiada no por el instinto, como en los animales, sino por el alma, e iluminada por la inteligencia, embellecida por la libertad, conducida por la voluntad y vivida en el amor.
La vida sexual es algo muy sublime en el plan de Dios; por eso, una pareja jamás debe pensar que Dios está lejos en el momento de su unión más íntima, pues este acto es santo y santificador en el matrimonio y querido por Dios.
El amor conyugal tiene un sentido único; dos seres del mismo sexo -como por ejemplo, el padre y el hijo o dos amigos- no se complementan en el plano físico.
El uso del sexo en su debido lugar, en el matrimonio, bien entendido en sus aspectos espiritual y psicológico, es uno de los actos más nobles y significativos que el ser humano puede realizar, pues es fuente de vida y de celebración del amor. La virtud de la castidad, más que renunciar al sexo, significa su uso adecuado.
Dice el Dr. Alphone H. Clemens, director del Centro de Asesoramiento de la Universidad Católica de América, Washington, D. C., sobre el acto sexual:
“Es un acto de gran belleza y profundo significado espiritual, pues el amor conyugal entre dos cristianos en estado de gracia, es una fusión de dos cuerpos que son templos de la Trinidad y una fusión de dos almas que participan de la misma Vida Divina… Por otro lado, usado con propiedad, se vuelve una fuente de unión, armonía, paz y ajuste.
Intensifica el amor entre el esposo y la esposa, y funciona como escudo contra la infidelidad y la incontinencia.
La personalidad humana integral, incluso en sus aspectos sobrenaturales, es enriquecida por el sexo, una vez que el acto de amor conyugal también es merecedor de gracias” (Clemens, 1969, p. 175).
Raoul de Gutchenere afirma en Judgment on Birth Control:
“Fue reconocido hace bastante tiempo que (…) las relaciones sexuales producen efectos psicológicos profundos, especialmente en la mujer”, una vez que el esperma absorbido por su cuerpo, desempeña un papel dinamógeno, promoviendo el equilibrio.
Generalmente, el acto de amor conyugal provoca relajación, vigor, autoconfianza, satisfacción, sensación general de bienestar, sensación de seguridad y una disposición que conduce a olvidar las dificultades y tensiones de menor importancia entre la pareja” (Apud Clemens, p. 177).
No es por casualidad que san Pablo, hace 2000 años ya recomendara a los cónyuges cristianos: “No os neguéis el uno al otro… para que Satanás no os tiente” (1Co 7,5).
Rechazar el sexo sin motivo puede representar no sólo una injusticia para el cónyuge, sino también un peligro de exponerlo a la infidelidad y el matrimonio al fracaso.
Eso muestra que la pareja no debe quedar mucho tiempo separada cualquiera que sean los motivos, especialmente por razones menores.
El alejamiento prolongado entre los esposos puede generar una situación de stress especialmente para el hombre.
Algunos logran superar esa abstinencia sexual forzada con una sublimación religiosa, pero no todos tienen la misma disposición.
Sin embargo, es necesario decir que los especialistas muestran en sus investigaciones que “otros factores son más importantes para la felicidad matrimonial que el sexo”, una vez que muchas parejas superan sus problemas y angustias con un amor auténtico.