Simplificación burocrática, colegialidad y servicialidad
En el consistorio de los cardenales celebrado esta semana en Roma, además de la creación de nuevos cardenales como los dos españoles Lacunza y Blázquez, el Papa Francisco les ha presentado la propuesta de la Reforma de la Curia. Reforma que, desde hace dos años, lleva preparando con el llamado C-9. Y les ha pedido consejo.
Se trata, en primer lugar, de una reforma de simplificación burocrática. Desaparecerán dicasterios, tanto Congregaciones Romanas como Consejos Pontificios (que vienen a ser como ministerios de primera y de segunda), cuyas funciones serán absorbidos por los que queden reestructurados. Pero no acaba la reforma de la curia en esto.
Pero hay al menos dos objetivos de la reforma que va más allá de la reestructuración para una mayor eficacia. Que no es poco, pues como decía un cardenal norteamericano antes del Conclave, el nuevo Papa además de parecerse lo más posible a Jesucristo, no viene mal que trajese un master en dirección de empresas.
Y Francisco no tiene ese título, pero se lo rifarían en todos los másters como profesor de discernimiento y determinación, que son los dos elementos fundamentales no sólo para acertar en el diseño de cualquier reforma, sino también para tener el arrojo de realizarla.
El primero de estos objetivos es ganar en colegialidad. Si Roma no es testimonio de comunión, que supone el trabajo en equipo, vamos listos. Y en Roma los ministros del Papa no se reúnen habitualmente ni con él ni entre ellos, sino que son controlados por un aparato desmedido y prepotente que es la Secretaria de Estado. El Papa quiere invertir esta situación radicalmente.
El segundo de estos objetivos es ganar en servicialidad. La curia romana está al servicio de las diócesis, y no al revés. Para servirlas el Papa sabe que no conviene que los curiales se eternicen en sus puestos, sino que vengan de la vida pastoral de la diócesis, estén un tiempo en este servicio, y luego vuelvan.
Le preguntaron en una ocasión a San Juan XXIIII cuantas personas trabajaban en la curia vaticana, y contestó que la mitad. Hoy el Papa Francisco no sólo quiere que trabajen todos, sino que lo hagan mejor y lo hagan los mejores, no para servirse a ellos mismos, sino para servir a la Iglesia.
Como dice el Cardenal Joao Braz de Aviz, según confidencia del mismo Papa, no se trata sólo de reformar la curia vaticana, sino toda la Iglesia; y no una reforma cualquiera, sino una reforma irreversible.