Cada día perdemos privacidad y libertad, y parece que no nos preocupa
La controversia surgió cuando alguien se dio el tiempo de leer la letra pequeña en la póliza de privacidad de la linea de televisores inteligentes (Smart TV’s) de la compañía Samsung. En un párrafo de la póliza se lee lo siguiente:
“Please be aware that if your spoken words include personal or other sensitive information, that information will be among the data captured and transmitted to a third party though your use of Voice Recognition"
“Por favor tenga en cuenta que si sus conversaciones incluyen información personal u otra información sensible, esta información sera parte de los datos capturados y transmitidos a un tercero a través de su uso del reconocimiento de voz”
En pocas palabras, su televisor lo esta escuchando, su televisor sabe sus secretos ¡y los va a compartir! Vaya sorpresa. Una persona escribió un comentario en un sitio de noticias: "Estoy paranoico, puedo darle con un hacha a mi televisor", y alguien más agregó: "No, seguro te costo mucho dinero, no lo hagas".
Samsung ha salido a aclarar la situación diciendo que el problema fue de redacción, alguien no supo cómo escribir la poliza, eso dicen ellos. Tanto si fue intencional como si fue un error de composición, la realidad es que cada día perdemos privacidad y libertad.
Conforme se sigue avanzando en la capacidad de comunicación e interacción con los diversos aparatos electrónicos, se esta cada día más cerca de llegar a la utopía de convertirlos en “seres vivos” capaces no sólo de prestarnos un servicio, sino de ser “amigos” nuestros. De la telefonía casera se pasó a el teléfono inalámbrico, el cual en primer lugar nos servía para hablar, antes de que habláramos con él. El computador paso de realizar funcionas básicas de oficina a ser un mundo propio.
Y así sucesivamente, toda clase de aparato electrónico ha sufrido una transformación cuántica en un par de décadas. La noticia es más profunda que el simple hecho que si un televisor puede o no escuchar tus conversaciones privadas en la seguridad de tu hogar. No: la pregunta es, ¿hasta dónde llegaremos? O mejor dicho, ¿hasta donde cederemos?
Tanto las grandes como las pequeñas compañías de tecnología viven en una feroz lucha por ser los primeros en todo, en cada instante buscan las mejores formas de servir al consumidor ofreciendo toda clase de adelantos para la mayor comodidad del cliente, o eso parece.
El control remoto surgió como un accesorio de comodidad, evitar al televidente el moverse de su sillón favorito para cambiar de canal, tener que dejar de comer para subir el volumen. Conforme paso el tiempo adquirió otras funciones, pero todas pensando en la comodidad y servicio del televidente. Hoy, el celular es más que un aparato para hacer y recibir llamadas: para muchas personas es su vida misma, dejarían su hogar sin billetera antes que dejar el celular, viven su vida a través de la pantalla del mismo y, de vez en cuando, lo usan para hablar por teléfono.
El control remoto como el celular y otros tantos aparatos nos han ido limitando en nuestras acciones, nos han ido esclavizando a “ellos”: lo que se ofrece como libertad de elegir se ha convertido en la única opción de vivir. Que el televisor escuche tu conversación no es tan preocupante como el hecho de por qué el televisor querría escucharla.
Que hayamos cedido tanto poder a nuestros aparatos es un síntoma de la pereza social, en la que preferimos hacer un comentario de apoyo hacia alguna causa justa en un sitio web antes que salir a la calle y realmente hacer algo por ésta. Es irónico que alguien tenga miles de amigos online pero no tenga con quien salir a caminar, con quien ir a tomar un café.
Y con todo esto, la reacción general ha sido más de asombro que de preocupación ante la posibilidad de tan grave transgresión de la privacidad. La única preocupación que muchas personas parecen tener es la de encontrar una conexión de internet para conectarse a la red, ya que antes de conectarse con otras personas, prefieren conectarse con sus aparatos: al parecer, ellos sí los escuchan.