Uno de tantos ejemplos: el papa Francisco convocó al ayuno y la oración para evitar una guerra y finalmente no estallóEl ayuno es una poderosísima virtud que rompe yugos, opresiones, tiranías tanto de una persona como de una nación.
Varias filosofías de índole religioso practican el ayuno conscientes de los eficaces beneficios para liberar el alma así, como sistemas de corrupción en los pueblos. ¿Se debe imponer, obligar?
Es tan antiguo como la religión misma, es un precepto que Él demanda a su pueblo para purificar el alma. Asombrosamente esta abstinencia también depura el organismo del hombre. Tiene doble beneficio.
Un padre que ama a sus hijos siempre quiere lo mejor para ellos y proporciona las herramientas para instruir a quien aprecia. Por eso el creador lo da como un precepto.
Entremos en materia de la purificación del espíritu: el ayuno eleva y sincroniza la inteligencia del hombre a la belleza del Todopoderoso.
Educa nuestras debilidades, “pecados” para transformarlos en virtudes; disciplina la voluntad, frena las pasiones desvirtuadas, da desprendimiento a los apegos desordenados o codependencias a personas y relaciones insanas, fortalece nuestra templanza, moderación; equilibra, integra a la persona, forja al hombre a controlar sus emociones, vicios, compulsiones y adicciones, para no dejarse gobernar por ellas.
La abstinencia conduce a una verdadera libertad.
Confirmemos la autoridad que da el ayuno: en Mateo 17, 21, Jesús sana y libera a un enfermo. Sus discípulos le preguntan por qué ellos no lograron curarlo.
La respuesta de Jesús fue: esta clase de opresiones, espíritus, sólo se expulsa con ayuno y oración.
La Reina Esther obtiene la victoria sobre las injusticias de Aman, brazo derecho del Rey (capítulos 14 y 15 del libro de Esther en la Biblia): gracias a la convocatoria de ayuno y oración que ella realiza con su pueblo los judíos no murieron.
Gandhi por medio del ayuno y la oración liberó a la India del yugo de la esclavitud de Inglaterra. El papa Francisco convocó al ayuno y la oración para evitar una guerra. Finalmente la guerra no estalló.
El poder y la fuerza de esta virtud se confirma aún más cuando no sólo nos mantenemos en abstinencia física de alimento sino en contención de actitudes o palabras como el juzgar, acusar, criticar, agredir verbal o físicamente.
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Ante todo procuremos estar en la medida posible continuamente en gratitud por todo al Creador: esto nos orientará a la oración.