Nosotros podemos dar gracias al Señor por los beneficios recibidos, y llenar el vacío de la ingratitud que le rodea.
Podemos interceder por las expectativas de las nuevas generaciones y dar dignidad a la memoria y a los sacrificios de las pasadas.
Nosotros podemos recordar a los jóvenes ambiciosos que una vida sin amor es árida.
Podemos decir a los jóvenes miedosos que la angustia del futuro puede vencerse.
Podemos enseñar a los jóvenes demasiado enamorados de sí mismos que hay más alegría en dar que en recibir.
Los abuelos y las abuelas forman el “coro” permanente de un gran santuario espiritual, donde la oración de súplica y e canto de alabanza sostienen a la comunidad que trabaja y lucha en el campo de la vida.