Sharon Gerstel, historiadora del arte y profesora de arqueología en UCLA, intenta hacer mapas acústicos de las iglesias de la temprana edad media
Miles de años de historia humana han sido contados en imágenes, textos y esculturas; en edificios, en fragmentos de pergaminos y cerámicas abandonadas y, también, en música, sea ésta escrita o no. Sin embargo, dado el hecho de que la historia del sonido grabado y reproducible se reduce a poco más de un siglo y medio, la experiencia de escucha de los sonidos del pasado están prácticamente perdidos. Podemos reproducirlos, poco más o menos, siguiendo patrones que arqueólogos, filólogos y otros historiadores han logrado reproducir ¿Cómo podemos acercarnos, entonces, al análisis de sonidos de, por ejemplo, el siglo IV después de Cristo?
Christos Kyriakakis, director del Laboratorio de Audio Inmersivo de la Universidad de California del Sur, puede tener algunas respuestas.
El proyecto inició cuando Sharon Gerstel, profesora de historia del arte y arqueólogo de UCLA, se dio cuenta de que a su vasto conocimiento del arte bizantino aún le faltaba algo: “siempre vemos las imágenes del arte bizantino sin pensar en su contraparte musical”, dijo la investigadora a Adrienne LaFrance, para The Atlantic. “Hay cantidad de imágenes de determinados períodos que son representaciones de himnos litúrgicos y, más aún, de himnógrafos (compositores de himnos), pero vemos estas imágenes como si fuesen mudas”.
Este estudio podría explicar, por ejemplo, por qué los templos comienzan a cambiar de forma y tamaño durante el siglo XIII: quizá se trataba también de una forma de mejorar la propagación del sonido del coro en el edificio.
La investigación, que se inició en Tesalónica, Grecia, y que además contó con la participación del profesor del producción musical e ingeniería de sonido James Donahue, de Berklee, descubrió (o confirmó) que los arquitectos bizantinos estaban en efecto “afinando el espacio”: “no se trata sólo de un efecto arquitectónico. Muchas de las estructuras están allí para absorber ciertas frecuencias de sonido y eliminarlas. Por otra parte, también construyeron difusores: rompieron las ondas de sonido estriando las paredes. También descubrieron lo que llamamos “palmadas de eco”. Cuando tienes paredes que están bastante cerca la una de la otra, las frecuencias van hacia delante y hacia atrás. Entonces, a este efecto le llamaban ‘alas de ángel’”.
Así, el proyecto de un “museo del sonido perdido” que le daría al visitante la posibilidad de escuchar los “mapas acústicos” de estos edificios y, además, de estructuras como el Partenón, ya está en camino.