No es la fría doctrina la que da alegría, sino la fe y la esperanza de encontrar a Jesús. Es triste un creyente que no sabe alegrarse. Lo dijo el Papa en la homilía del 26 de marzo de 2015 en la Casa Santa Marta del Vaticano.
La alegría de Abraham que exulta en la esperanza de ser padre, como Dios le prometió, guió la reflexión del Papa al comentar las lecturas del día.
Abraham es viejo, como la mujer Sara, pero él cree, abre "el corazón a la esperanza" y está "lleno de consuelo".
La esperanza alegra
Jesús les recuerda a los doctores de la ley que Abraham "exultó en la esperanza" de ver su día "y se llenó de alegría".
"Y esto es lo que no entendían estos doctores de la ley. No entendían la alegría de la promesa. No entendían la alegría de la esperanza. No entendían la alegría de la alianza. ¡No entendían!
No sabían estar alegres porque habían perdido el sentido de la alegría, que sólo viene de la fe".
"Nuestro padre Abraham fue capaz de estar alegre porque tenía fe: fue justificado en la fe. Estos habían perdido la fe. Eran doctores de la ley, ¡pero sin fe!
Más aún: ¡habían perdido la ley! Porque el centro de la fe es el amor, el amor por Dios y el prójimo".
"Sólo tenían un sistema de doctrinas precisas y que necesitaban cada día más que nadie las tocase.
Hombres sin fe, sin ley, apegados a doctrinas que se convertían en una actitud casuística".
"¿Se puede pagar el impuesto a César, no se puede? Esta mujer, que se ha casado siete veces, cuando vaya al cielo ¿será la esposa de los siete? Esta casuística…".
"Este era su mundo. Un mundo abstracto, un mundo sin amor, un mundo sin fe, un mundo sin esperanza, un mundo sin confianza, un mundo sin Dios. ¡Y por esto no podían estar alegres!".
La fría ley llena de miedo
Quizás, los doctores de la ley –observa con ironía el Papa– podían también divertirse, "pero sin alegría", es más, "con miedo".
"Esta es la vida sin fe en Dios, sin confianza en Dios, sin esperanza en Dios". Y "su corazón estaba petrificado".
"Es triste –subraya Francisco– ser creyente sin alegría y la alegría no está cuando no está la esperanza, cuando no hay ley, sino sólo las prescripciones, la fría doctrina".
"La alegría de la fe, la alegría del Evangelio, es la piedra de toque de la fe de una persona. Sin alegría, esa persona no es un verdadero creyente".
"Volvamos a casa, pero antes hagamos aquí la celebración con estas palabras de Jesús: ‘Abraham, vuestro padre, exultó en la esperanza de ver mi día. Lo vio y se alegró’".
"Y pidamos al Señor la gracia de estar exultantes en la esperanza, la gracia de poder ver el día de Jesús cuando nos encontraremos con Él y la gracia de la alegría".