Su modelo de educación integral es el principal factor de desarrollo para los países más pobres del mundo
Siguen sonando a través de miles de testimonios, estudios, presentaciones, recreaciones culturales, publicaciones, que no sólo la familia salesiana, sino toda la Iglesia, esta reviviendo con ocasión del bicentenario de su nacimiento.
Cuando yo más y mejor he conocido la huella de Don Bosco en la historia y la actualidad de la Iglesia y de la humanidad, ha sido en el corazón de África, en Angola, donde estuve hace unos años.
He contado en varias ocasiones lo admirado y orgulloso, como indigno hijo de la Iglesia, que me siento al haber podido constatar la asombrosa presencia misionera en ese país africano.
Y que está admiración se dirige sobre todo a la presencia de los salesianos, los principales continuadores del carisma de Don Bosco, en esas tierras: el todo terreno obispo salesiano don Tirso Blanco, los salesianos de Luena, entregados a una ingente juventud marginada ansiosa de formación y de cariño, y los salesianos de Luanda, cuyo noviciado y centro de estudios superiores, es la imagen, posiblemente la única imagen, capaz de ofrecer una esperanza para el futuro de ese pueblo.
En ellos he visto a Don Bosco, vivito y coleando, es decir, siendo amor concreto de un Cristo joven para con todos los jóvenes de este mundo, especialmente los que están más solos, más desorientados, más necesitados de un gesto y de una palabra capaz de llevarles a Dios y de hacerles ver su vida y su futuro con una sonrisa.
Y viéndoles a ellos, veo también con ojos nuevos a los salesianos que trabajan con los jóvenes aquí en España, porque todos están cortados por el mismo patrón, el de aquel sacerdote que subía los andamios de las obras de Turín buscando a los jóvenes, y que hace doscientos años ya entendía la educación como aquella dedicación a los niños y a los jóvenes que consiste en despertar en ellos lo mejor de ellos mismos.
Gracias a Don Bosco, al método Don Bosco, al impulso Don Bosco, al testimonio Don Bosco, hay esperanza en muchos jóvenes a los que la vida les había arrebatado desde niños las razones para la esperanza. Y sobre todo hay esperanza en el mundo que vive contra toda esperanza, porque la educación, sobre todo la educación integral del modelo Don Bosco, es el principal factor de desarrollo para los países más pobres del mundo.