Recuperar la conexión de la fe con la verdad es hoy aún más necesarioMe gustaría que me explicara una frase pronunciada hace poco por el Papa, en la que decía que "la alegría viene de la fe, no de la fría doctrina". De pequeña, cuando me preparaba para la Primera Comunión, íbamos a "doctrina", donde aprendíamos realmente lo que debe creer y vivir un cristiano; recuerdo que nos lo pasábamos muy bien. No entiendo por qué el Papa separa la fe de la doctrina, pues si creemos, digo yo, creemos algo, una doctrina, una verdad…
Por "fe" hay que entender la doctrina asimilada y vivida, la doctrina fundamental, que no es otra cosa que las palabras y enseñanzas de Jesús cuyas palabras son "espíritu y vida". La fe y la doctrina de la fe son inseparables. En algún momento de la vida pueden, provisionalmente, ir separadas, pero siempre con la tendencia de encontrarse en un mismo sujeto creyente.
Me explico: un niño pequeño recién bautizado recibe efectivamente el don de la fe como virtud teologal, aunque de momento no esté capacitado para profesarla, pues esto lo hace la Iglesia en su nombre mientras dure su situación de niño, pero no hay duda de que esta fe incipiente debe conformarse con el conocimiento y adhesión personal a la doctrina de la fe.
Dice usted que "si creemos, creemos algo, una doctrina". Esto es parcialmente verdadero. Creemos primero en Alguien cuya autoridad reconocemos y en quien ponemos nuestra confianza.
La fe es, en primer lugar, respuesta a Dios que nos sale al encuentro y se nos da a conocer. Fíjese bien que el símbolo de la fe se inicia diciendo "Creo en Dios…", no simplemente "Creo que Dios existe…".
Es igualmente importante que esta adhesión a Dios y a su autoridad comporte aceptar como verdad aquello que Dios nos revela. No puede separarse fe y verdad.
Enseña el Papa Francisco en Lumen fidei: "El hombre tiene necesidad de conocimiento, tiene necesidad de verdad, porque sin ella no puede subsistir… La fe, sin verdad, no salva, no da seguridad a nuestros pasos. Se queda en una bella fábula, proyección de nuestros deseos de felicidad… o bien se reduce a un sentimiento hermoso, que consuela y entusiasma, pero dependiendo de los cambios en nuestro estado de ánimo o de la situación de los tiempos, es incapaz de dar continuidad al camino de la vida. Recuperar la conexión de la fe con la verdad es hoy aún más necesario, precisamente por la crisis de verdad en que nos encontramos".
La doctrina, si no es creída y vivida, no alegra ni salva.
Artículo publicado en el semanario Catalunya Cristiana