Agustín Roscelli fue un sacerdote italiano fundador de la Congregación de las Hijas de la Inmaculada Concepción.
Nació en Bargone di Casarza Ligure el 27 de julio de 1818, de familia muy pobre. Lo bautizaron el mismo día porque se temía por su vida.
A pesar de sus escasos recursos pudo estudiar para ser sacerdote y lo enviaron a Génova.
Muchos jóvenes llegaban a la ciudad en busca de suerte, gracias al desarrollo industrial del que gozaba en aquel momento Génova.
Entre ellos había muchas jovencitas que buscando un mejor estilo de vida eran explotadas o seducidas y luego abandonadas con un niño al cual criar completamente solas.
Don Agustín pasaba todas las mañanas en su confesionario, escuchando y consolando, siempre disponible.
Un servicio eficaz a las jóvenes
Guiado por el Espíritu Santo y su sentido práctico, logró abrir junto a varias catequistas un pequeño taller de corte y costura, para ayudar a estas jóvenes no solo con trabajo, sino también espiritualmente.
La iniciativa fue tan exitosa que pronto encontró varios benefactores.
Las oraciones y meditaciones de Agustín hicieron madurar, en las catequistas, el deseo de consagrarse al Señor y, con el visto bueno del papa Pío IX, el 15 de octubre de 1976 nació el Instituto de las Hermanas de la Inmaculada Concepción en Génova.
Padre Agustín falleció en Génova el 7 de mayo de 1902 como un “pobre cura” como él mismo eligió que le recordaran después de su muerte.
Fue pobre porque fue humilde. Vivió siempre una caridad admirablemente evangélica y generosamente apostólica.
Fue canonizado por san Juan Pablo II el 10 de junio de 2001.
Patronazgo
Congregación de las Hermanas de la Inmaculada Concepción (Inmaculatinas)
Oración
Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles
elegiste a san Agustín Roscelli para que manifestara
a sus hermanos el camino que conduce a Ti, concédenos
que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo,
nuestro Maestro, para que logremos así alcanzar un día,
junto con nuestros hermanos, la gloria de tu Reino eterno.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Amén
Por Maria Paola Daud