¿En quién confiamos? ¿A quién le entregamos nuestro amor, en cuerpo y alma?En el Perú se ha desatado una polémica por la difusión del video de una conocida modelo teniendo relaciones sexuales con su ex pareja, quien ha sido señalado como el responsable de dicha condenable y lamentable violación a la intimidad. Las reacciones han sido diversas, muchas de ellas, desagradables.
Comentarios y estados de Facebook “agradeciéndole” a la víctima por el video son nauseabundo ejemplo de la actitud que adoptan nuestras sociedades hacia casos como este. También hay que mencionar la actitud diametralmente opuesta: “Eso le pasa por candy/promiscua/indecente” o calificativos más duros que quien lee podrá imaginar. Me animo a escribir la siguiente reflexión porque sé que LOV es una opción ajena a esas dos posturas.
La modelo en cuestión es Milett Figueroa, una mujer con nombre, apellido, familia, amigos, sentimientos y dignidad (a pesar de haber saltado a la fama por participar de los juegos de la prensa farandulera).
El discurso entre quienes han querido protegerla/defenderla ha sido más o menos uniforme, a saber, que lo malo aquí no es que el video exista y que una persona haga lo que quiera con su cuerpo, sino que las imágenes se hayan difundido sin consentimiento.
Para ellos, quienes no estén de acuerdo con esa afirmación, o bien son unos depravados, o bien viven con una mentalidad propia de una cucufata sociedad virreinal. ¿Qué ha dicho Figueroa? Destaca una frase útil para la reflexión: “Confié porque estaba enamorada”.
¿Qué es la confianza?
“(…) una hipótesis sobre la conducta futura del otro, hipótesis que ofrece seguridad suficiente para fundar con ella una actividad práctica” (Simmel, citado por Lozano, 2003: p. 64).
Por ejemplo, si uno cruza la calle con seguridad, es porque funda esa seguridad en que el conductor que espera su turno para pasar no avanzará mientras estemos frente a él. Lo que Milett Figueroa reconoce hoy es que su hipótesis sobre la conducta futura de su ex novio fue errada, no actuó como ella esperaba. Es decir, no debió fundar sus acciones en esa hipótesis. No debió confiar en él.
Es aquí donde irrumpe una posición más acertada y distinta del morbo, de la condena farisea y del discurso de la liberación sexual, distinta de la cosificación de la persona, de una postura inmisericorde y de la idolatría de la libertad y la satisfacción egoísta como fines.
¿Cuál es esta posición? Pues que ese video no solo no debió difundirse, sino que tampoco debería existir. No por cucufatería del siglo XVII, sino porque el video no hace otra cosa que registrar acciones fundadas sobre una base tan sólida como un castillo de arena.
Eso caracteriza a la opción de la castidad: el querer construir el amor, la entrega total al otro, sobre una base sólida, sobre una confianza plena en que nuestra pareja actuará con respeto a nuestra dignidad y buscando nuestro bienestar, siempre. ¿En quién confiamos? ¿A quién le entregamos nuestro amor, en cuerpo y alma? Una respuesta inteligente es esta: a quien renuncie a la satisfacción egoísta y sea capaz de comprometerse a construir un proyecto de vida a nuestro lado.
Son sacrificios enormes y su valor aumenta en tiempos como este, pero es por eso que son esenciales para el amor auténtico. Para compartir con alguien nuestra intimidad, sea sentimental, corporal o espiritual, debemos confiar en esa persona, debemos estar seguros de que su amor por nosotros es auténtico.
D.M., 18 años, Perú.
Artículo originalmente publicado por La Opción V