¿Podemos vivir sanos, haciendo vida normal, sin alimentarnos debidamente?
La fiesta de Corpus es el solemne “amén” de toda la Iglesia, de todas y cada una de sus comunidades y de cada uno de los cristianos. Todo comienza aquel primer Jueves Santo, con el gesto de Jesús celebrando anticipadamente la donación de su vida con el pan y el cáliz, su cuerpo y su sangre.
Recuerdo las afirmaciones repetidas una y mil veces en las reuniones, en conversaciones y que se traducen en retos: algunos dejan de ir a misa cada domingo. Pocos hacen la visita al Santísimo. No se recibe el Cuerpo de Cristo con el debido respeto.
Por ello, cada año, Corpus nos recuerda el gran tesoro de Cristo, presente entre nosotros, en el Pan consagrado en la Eucaristía. Pan de vida para alimentarnos. Pan de vida reservado en el sagrario para administrarlo a los enfermos y ancianos, y para venerarlo, recordando la presencia del Señor entre nosotros.
Hoy, Corpus, Cristo presente en el Pan eucarístico será paseado en procesión por pueblos y ciudades, pisará calles engalanadas con alfombras florales, será alabado con cantos y a Él se dirigirán muchas plegarias y deseos.
¿Es necesario?
Hace unos meses, en reuniones con los delegados de Juventud de las diócesis de Cataluña, se hacía referencia a una pregunta que surgía en encuentros con grupos de jóvenes, al reflexionar sobre la necesidad de la Eucaristía para la vida cristiana: ¿para ser cristiano es necesario ir a misa?
Hay que afinar la respuesta. Para ser cristiano hay que estar bautizado, haber recibido los sacramentos de la iniciación cristiana, creer y confiar en Jesucristo, y vivir acogiendo sus dones.
Pensemos en los niños bautizados, los enfermos, los que viven momentos de persecución, los deportados… que no pueden participar habitualmente de la Eucaristía, pero no por ello dejan de ser cristianos.
Por lo tanto, la pregunta no es si pueden ser cristianos, sino si pueden vivir en cristiano (en Cristo) sin misa, sin estar unidos a Cristo.
La vida cristiana es un don, una gracia y un compromiso asumido libremente y desde la coherencia. La cuestión es si podemos asumir el compromiso y ser coherentes sin recibir el don de Jesucristo en la Eucaristía, sin participar de la mesa de su Palabra y de su Cuerpo y Sangre.
La vida cristiana no depende únicamente de nuestra buena voluntad o decisión. Recordemos que es el mismo Jesús quien nos señala que es necesario estar unidos a Él como el sarmiento a la cepa.
Un símil fácil de entender: ¿podemos vivir sanos, haciendo vida normal, sin alimentarnos debidamente? Sin alimentos, el cuerpo se debilita, enferma y puede morir. De forma semejante ocurre con la vida cristiana.
¿Qué podemos hacer cuando personas próximas y queridas no han descubierto la Eucaristía? ¿Qué podemos hacer para ayudar a descubrir su necesidad y saborearla? En primer lugar, debemos vivirla nosotros, los que tenemos la suerte de participar en la Eucaristía.
Y ser conscientes DE que también participan con nosotros —pese a que materialmente no estén presentes— aquellos que no la han descubierto o desconocen la propuesta de Jesús.
En segundo lugar, hay que comunicar, siempre que sea posible, que para ser cristiano o cristiana con alegría se necesita participar de la Eucaristía para encontrarse con Jesucristo, escucharle y acoger sus dones salvadores.
Por ello, conviene hacer un esfuerzo para que nuestras celebraciones sean acogedoras, participativas, entendibles, festivas.
Para así valorar y agradecer el gran tesoro que el propio Señor nos ha confiado. Para contemplar la maravilla que se sucede ante nuestros ojos. Para desear permanecer unidos a Jesús y para que nuestros hermanos descubran esta necesidad… celebremos el Corpus.
Artículo publicado por www.bisbatgirona.cat